Hola, mi nombre es Hugo Juego amor
y este es un nuevo blog en la serie
La poesía en la vida diaria.
Hoy quiero hablarte de poemas de la infancia,
no poemas infantiles no y ya verás por qué.
Yo creo que no hay una poesía diaria que sea tan
común a tantas personas de este planeta
como las oraciones o plegarias que cada religión tiene
y que se han venido enseñando a través de tantos años, tantos siglos,
tantas lenguas.
Poemas compuestos por poetas,
por religiosos
que por su mensaje o su sencillez
fueron por entonces populares y fueron enseñados a los niños
y aprendidos por ellos, incluso sin saber en ese momento
el verdadero sentido de los versos que recitaban.
Todas las religiones tienen sus oraciones,
esos poemas que han trascendido para perpetuar creencias
y enseñanzas, acompañar ritos y ceremonias.
Como me crié dentro de la religión católica
y esa es la herencia que mi madre me transmitió.
Voy a contarles de estos poemas
que me han acompañado desde la infancia.
Hablar de religión es muchas veces disociado.
Pero te aseguro que no te compartiré
mis recuerdos con un fin proselitista.
Para nada.
Te los comparto como una vivencia
mía solamente.
Ahora no recuerdo cuál fue el primer poema religioso, o sea, cuál
fue esa primera oración que aprendí
o que mi madre me enseñó.
Pero es casi seguro
que tiene que haber sido el ángel de mi guarda.
Y esa oración tan sencilla
con que mi madre nos hacía terminar el día.
Ángel de mi guarda mi dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
hasta que me pongas en
paz y alegría con todos los santos.
Jesús y María.
Recuerdo a mi madre sentada al lado de mi cama
antes de apagar la luz, haciéndonos recitar
no recuerdo bien si nos hacía arrodillar al lado de la cama a rezarlo.
Eso no me acuerdo bien.
Lo que sí recuerdo
no sólo son estos versos,
pero más aún la paz, la armonía
y la tranquilidad que ese momento con ella al lado de mi cama,
con las palabras dulces de esta oración
que me hacían sentir
todavía hoy en día la paz y armonía de ese momento,
antes de dormirme, me llega, me transporta.
Todavía me trae serenidad, calma y equilibrio,
como energías que se alinean
antes de entregarme al sueño.
Compartí muchos años el 4.º con mi hermana mayor,
yo en la cuna y ella sentada en el suelo
de solo un año mayor que yo hasta entonces
que me leía un cuento sentada en el suelo cuando ni siquiera sabía leer.
Pero bueno, imaginación nunca le ha faltado.
Y sí, tengo el recuerdo que recitábamos juntos.
El ángel de mi guarda.
Unos años más tarde
debe haber llegado la oración del Padrenuestro.
Tengo la sospecha que llegó a mí primero
en francés, que era como mi madre, y se lo sabía.
Y como ella lo recitaba, porque a veces,
cuando pienso en ese poema,
lo recuerdo en mi mente, en dos idiomas y casi que paso de uno al otro,
como me acaba de pasar ahora, tratando de recordarlo
En español como en francés,
deben tener varias variantes
en español el que yo aprendí era así
Padre nuestro
que estás en los cielos, santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
el pan de cada día y perdona nuestras deudas,
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos dejes caer en la tentación,
mas líbranos del mal.
Amén.
El poema en francés es muy similar.
Notre Père qui es aux cieux, que ton nom soit sanctifié,
que ton règne vienne,
que ta volonté soit faite, sur la terre comme au ciel.
Donne-nous aujourd’hui notre pain de ce jour,
pardonne-nous nos offenses,
comme nous pardonnons aussi
à ceux qui
nous ont
offensés
et ne nous laisse pas entrer en tentation,
mais délivre-nous du mal.
Amén.
El Padre Nuestro
me recuerda a la Iglesia que por un tiempo de paz
y concordia familiar visitábamos los domingos con mi papá,
mi mamá y mi hermana.
Debe haber sido a principios de los años 60 en Cali, Colombia.
Tendría yo 7U8 años y era en una iglesia en el barrio
El Centenario, la iglesia del colegio Berchmans
ver un colegio de muchachos ricos de Cali
en ese entonces que estaba abierta al público.
Allí, aparte
de hacer el esfuerzo en la misa por mantenerme quieto
durante casi una hora y seguir las instrucciones de mi mamá,
arrodíllese, párese, siéntese, no se mueva tanto,
no moleste a Titina.
La gran distracción de las misas,
en realidad era el misal de mi madre,
que lo recuerdo muy bien.
¿Aún está hoy?
Era pequeño, Era corto, usado,
trajinado.
Antiguo.
Lo recuerdo en mis manos
con su pasta de cuero, café claro y muy delicadas.
Hojas muy finas que había que voltear con mucho cuidado.
En el misal estaban las oraciones, las lecturas de los días.
No sé, el Evangelio,
pero no recuerdo porque mi mamá lo llevaba a la misa,
porque lo recuerdo todo en francés.
Bueno, de todos modos, en ese momento
casi toda la misa en latín, posiblemente también había latín.
¿Cuántos siglos se tardó la Iglesia Católica en
dejar que la misa se diera en un idioma que la gente entendiera?
Si era latín.
Y claro que me recuerdo
algunas frases como El cubo, Mi espíritu
o Kyrie eleison, Christi eleison,
que admito que
acabo de buscar en Google y encontré que es
lo mismo que Señor, ten piedad, Cristo, ten piedad.
Lo mejor del misal,
de todas formas, eran las estampitas
que mi mamá había coleccionado.
Creo que por mucho años.
No sé si de pronto ese misal
sigo con ella de Francia, entre trenes y barcos,
cuando sola cruzó el Atlántico a los 14 años
para llegar a Guatemala.
Pero eso es otra historia que alguna vez
contaré.
Ese misal, de todas formas, tenía historia,
y la historia la tenía en las decenas de estampitas,
que si uno era muy cuidadoso con las débiles
páginas y éstas aparecían
y me llenaban los ojos de colores,
eran estampas de primeras comuniones, de oraciones,
regalos de personas que con bellísima
caligrafía habían escrito en la parte de atrás
o en una esquina, como Mayer, Mary Luis
o Taco Pin quitado.
Tu amiga que te adora,
eran también, no
sé, obras de arte religioso,
vírgenes, ángeles, ángeles,
entre los cuales yo buscaba o escogía, mejor dicho,
mi angelito de la guarda.
Y de vez en cuando,
entre las estampitas
aparecía alguna flor disecada,
descolorida, pero todavía olorosa.
Eso, un recuerdo
de que campos
venían esos pétalos aprisionados por mi madre,
que ponía en mi imaginación a volar.
Sólo los coros de la Misa
me sacaban de las páginas del Misal.
Oírlos cantar me llegaba al alma.
No sé, se me pegaban en la piel,
me subían por el cuello, me erizaban sin poderlo evitar.
Las voces
corales y las voces jugando melodías,
entre ellas los altos, los bajos.
Siempre me han emocionado
y era tanta las ganas de cantar
que quise ser parte del coro del colegio.
Hoy, varias veces lo intenté a principios de cada año escolar,
cuando llamaban a los que querían ser parte del coro y yo,
muy tímido,
apenado, hacía la fila y me sentaba en las bancas
soñando que esta vez de pronto lo lograría.
Nunca pasé de la segunda o tercera clase
y creo que al 4.º intento,
al 4.º año de intentar,
debo haber desistido.
El señor Solari,
que era el director del coro que recuerdo
trompetista, era él
rápidamente y con un oído clínico,
determinaba que había una voz disonante
y descubría en el montón que el culpable era yo.
¿Así, sin miramientos y directo al grano
y decía Tú como te llamas?
Tú no puedes estar en el coro.
Eres muy desafinado.
Y bueno,
no valía la pena seguir intentando.
El profesor Solari tenía muy buen oído
o yo tenía muy mala voz, o las dos cosas, seguramente,
pero seguía enamorado de los coros,
no como participante de ellos,
pero sí escuchándolos.
Las voces cantando al unísono.
Siempre han tenido una fascinación.
Ahora recuerdo muy bien mi primera comunión,
pues ese fue algo muy significativo en mi vida.
Si no eres católico, te comento
que como la mayoría de las religiones
que tienen ritos de pasaje,
los católicos tienen la primera comunión,
como el judaísmo tiene los bat mitzvah
es para niñas y los bar mitzvahs para niños.
El cristianismo tiene los bautizos.
El islamismo tiene muy pocos ritos de pasaje
y además varían entre el lugar y el lugar.
Pero está el bismillah.
Es en en el cual un niño recita
los primeros versos del Corán
frente a un grupo, a la familia
o o en el grupo de oración
o el primer ayuno del Ramadán,
que los niños los dejan participar cuando cumplen los diez años de edad.
La primera comunión
es cuando un niño recibe por primera vez la hostia
en la Misa, la hostia
que simboliza el pan de la última Cena,
pero también simboliza el Cuerpo de Cristo.
Y bueno, y si te dejan beber vino, eso sería la sangre de Cristo.
Esa suficiente explicación, creo yo.
Y claro, para la primera Comunión te preparan
y a medida seguro me prepararon muy bien porque estaba muy inspirado
ese día en que hice la primera comunión con mis compañeros de colegio,
algunos que todavía sigo viendo.
50 años después, y no porque hicimos la Primera Comunión juntos, no
porque desde que nos pusieron juntos en un salón, en un colegio, la vida nos
fue sintonizando el alma, el corazón
y la mente también de cierta forma
hubo algo de intoxicación.
Digamos que hemos sabido llevar bien por la vida,
incluso en las fotos de la primera Comunión.
Y voy a compartir una en el blog si la quieren ver.
Me veo muy inspirado,
muy en comunión con mi alma.
Tal vez muy compenetrado
con el mensaje de la religión católica en ese momento.
Pero bueno, como muchos de nuestra época,
la posición anquilosada y conservadora de la Iglesia
Católica frente a todos los movimientos sociales
de los sesentas y setentas de Latinoamérica,
como lo han estado en casi todo cambio histórico por dos siglos,
me hicieron sentir muy distanciado de esa iglesia retrógrada.
En esos momentos tampoco podía
distinguir lo que la Iglesia, la creación del hombre
y la religión despegada de la Iglesia representaba.
Y me alejé
de cualquier rito religioso por décadas.
Eso sí, cumplí mi función de padre
y ya en los Estados Unidos, y llevar a mis hijos a la Iglesia
no era tanto un problema espiritual ni una búsqueda espiritual.
Era más bien un problema de identidad cultural.
A los migrantes hispanos en los Estados Unidos
y en otros países del mundo nos une la religión,
como muchos migrantes del mundo, los une la religión.
A veces ni por la religión misma, sino, como en mi caso,
para una familia hispana era necesario para nuestros hijos
darles una sensación de identidad,
de identidad cultural.
Pero quiero volver a mi Ángel de la Guarda desde seguiré adelante
y pues según muchas personas que me que me quieren,
comentan que mi Ángel de la Guardia debe trabajar horas extras
porque lo he tenido muy cerca toda mi vida,
rescatando me
en muchos momentos de calamidades cercanas,
unas pequeñas, otras un poco más grandes
y yo y dentro de mí,
en las noches antes de dormirme,
siempre
he hecho una introspección
y creo que esta introspección
que hago antes de dormirme debe venir
desde aquel ángel de la guarda,
desde mi madre sentada a mi lado en mi cama,
dándome paz, armonía,
porque siempre hago lo posible
por dormirme tranquilo, dormirme feliz
aun en los momentos más duros de mi vida, al final del día, en ese momento
en la cama, cuando cierro los ojos y me distensión poco a poco,
trato de pensar en las cosas buenas que han pasado en el día.
Ese es mi momento, entregarme al sueño en paz,
donde esté y como esté,
sea en mi cama plácida
o en un saco de dormir, o en un camarote, en un albergue.
Ese es mi gran momento de paz
y es el momento de agradecer,
de de sentirme agradecido
por todo lo que tengo.
Le agradezco al universo
al que alguna vez es hoy más personal y le digo gracias a Dios,
a un Dios de luz.
Es el momento de la convicción
que de todo lo que me pueda estar pasando
podría ser peor
y que todos modos, aún
así, mañana va a ser mejor,
mañana yo voy a ser mejor
mañana quiero ser mejor.
Incluso en ese momento,
si me siento tensionado, sonrío
con los ojos cerrados, entregándome a la noche.
Sonrío
y agradeciendo comienzo a pensar
en las cosas lindas por las cuales estoy agradecido
y dejo mi imaginación volar
y dejo que mi imaginación me lleve
a muchos bellos momentos.
Y así me duermo.
Al final ese ángel de mi guarda
y el momento de introspección
que he practicado antes de dormirme,
se va volviendo con el tiempo y la práctica
en una filosofía de vida.
Porque cuando algo duro o muy fuerte
me ha sucedido o me está sucediendo, siempre he tenido la convicción
de que no hay mal que por bien no venga
y que eso que me está pasando es una lección, un aprendizaje, una señal,
algo que me empuja a pensar que algo debo cambiar,
que de alguna forma u otra,
para que eso no vuelva a suceder, algo debe cambiar
y yo lo debo cambiar y lo llevo a la práctica
pensando que si cometo un error una vez está bien,
pero cometer el mismo error dos veces
ya es una muestra de que no puse atención y no me importa el error.
Y si lo comete un en tercera vez, pues es que no tengo remedio
y que debo detenerme y y que tengo que tener cuidado.
Ahora
tengo otro recuerdo
de otro poema que les quiero comentar porque está asociado
a una persona especial, a la señora Ellos,
una viejita que vivía en el barrio Santa Rita, en Cali,
donde pasé los primeros años de mi infancia,
en esa cuadra de la Transversal,
donde en un momento en la noche podría
haber más de 50 niños jugando en la calle,
corriendo de un lado al otro, escondiéndose y encontrándose
mientras los padres salían a la puerta a charlar con los vecinos
y cuidaban con el rabo del ojo a la muchacha en la calle.
Recuerdos de barrio que me alegra haber vivido,
pues doña Eva era la única persona mayor que yo recuerdo en esa cuadra
y era muy tierna, muy muy querida.
Y el cura familiaridad
debería tener con mi padrino Manuel Osorio, que llamaban El Mono.
Doña Eva también se sentaba a
la entrada en su antejardín al principio de la noche
y nos dejaba entrar y todos teníamos que pasar algún momento
a saludarla y ya cuando era más noche ya se había retirado
y de pronto nos escondíamos en su antejardín.
Me recuerdo mucho tener cuidado con sus matas,
pues las atendía con esmero y.
Y las quería mucho.
La señora Eva
me regaló una estampita de San Francisco de Asís
y me leyó el bello poema
que escribí de San Francisco.
Y a los nueve años, cuando viajé por primera vez solo
la estampita de San Francisco me acompañó.
Lo recuerdo
y aunque ahora no sé que se hizo esa estampita,
30 o 40 años después, fui a Asís,
el pueblo de Asís en Italia,
un pueblito espectacular donde quisiera
algún día volver y hacer de pronto la romería de Asís a Roma.
Allí, en Asís,
recordé a doña Eva, sentada en su antejardín
y compré una estampita
y juntos la señora Eva y yo
recitamos el poema de San Francisco en Asís.
Señor,
hazme un instrumento de paz,
que donde haya odio, siembre amor,
donde haya injurias, perdón, donde haya dudas, fe
donde haya desesperación, esperanza,
donde haya sombras, luz
donde haya tristeza, alegría.
Haz que yo no busque ser consolado,
sino consolar, comprendido, sino comprender amado, sino amar,
porque dando es como recibo.
Perdonando es como tú me perdonas,
y muriendo en ti
nazco para la vida eterna.
Para terminar,
les voy a dejar un poema, el del Padre
nuestro, cantado por el Sa tor Tonda,
una niña de 16 años, una joven de Badajoz en España,
que se presentó a uno de estos concursos de televisión
cuya versión clásica era de
una cantora ciega andaluz, La niña de La Puebla,
Dolores Jiménez, que fue una de las más famosas
cantantes de flamenco y falleció a los 91 años en 1999.
Elsa canta
ese padrenuestro y con eso me despido
y los dejo
hasta la próxima.
Gracias.
Padre nuestro
que estás en el cielo.
Santo
sea tu nombre
en medio de tierra
y que venga a nosotros tu reino.
Es todo por siempre.
Tu gran voluntad,
tu gran voluntad.
Y que venga a nosotros tu Reino
y se haga por siempre.
Tu gran voluntad.
Danos hoy
hoy...
Danos hoy el pan de cada día
y nuestras ofensas, perdón.
Anulando
cada tentación que a menudo dejas,
y con tu gran fuerza
líbranos del mal.
Líbranos del mal.
De cada tentación,
nos protejas
Y con tu gran fuerzas
di Líbranos del mal.
Gracias.
¡Cuántos poemas
llenan mis ojos
como guías!
¡Cuántas noches de palabras,
de idas y venidas contra días!
¡Cuántas caricias llevo en mi pecho,
en mi frente
y en mi piel!
¿Cuántas deudas tengo con la vida que te trajo hacia mí
como una concidencia?
Paso por el manzano.
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