Ricos o prósperos 16/1/2022 #1179

Episode 190,   Jan 16, 2022, 10:03 PM

Pastor José Luis Cinalli
16/1/2022
Ricos o prósperos

El Señor estaba con José, así que todo lo que emprendía prosperaba… Su amo se dio cuenta… y lo hizo su hombre de confianza… A partir del momento en que le confió el cuidado de su casa… el Señor bendijo la casa del egipcio a causa de José…, Génesis 39:2-5 (BLPH).

José llegó a Egipto siendo un esclavo. Allí fue vendido a Potifar, capitán de la guardia personal del Faraón. La Biblia resalta el hecho de que Dios estaba con José y que su amo se daba cuenta. Ahora bien, ¿qué tenía José para que Potifar reconociera a Dios en su vida? ¡Prosperidad! José era próspero. Y era próspero porque obedecía a Dios: Si… obedecen a Dios, serán bendecidos con prosperidad por el resto de su vida…”, Job 36:11 (NTV). Por supuesto, la prosperidad de José no era económica porque él era esclavo. Su riqueza no era material sino espiritual. Su mayor tesoro consistía en bienes intangibles como paz, salud emocional, presencia de Dios y bienestar del alma. José no era rico, pero sí próspero. Gayo es otro ejemplo bíblico. El apóstol Juan le dijo: “Amado… tu alma está en prosperidad, 3ª Juan 1:2 (OSO). Al igual que José la prosperidad de Gayo provenía de su temor a Dios. Juan lo dice expresamente: “He tenido la alegría de enterarme… de que llevas una vida pura, conforme a las normas del evangelio… y que estás poniendo en práctica la verdad, 3ª Juan 1:3 (NT-BAD y NVI). Gayo había prosperado espiritualmente y ahora Juan le pide a Dios que también sea prosperado económicamente: “Pido a Dios que, así como te va bien espiritualmente, te vaya bien en todo y tengas buena salud, 3ª Juan 1:2 (DHH). ¿Por qué razón Juan pide salud y recursos económicos para Gayo? Para que siguiera cumpliendo la misión de hospedar misioneros y evangelistas itinerantes: “Amado, es magnífico el servicio que prestas a la obra de Dios al ayudar a los maestros y misioneros que pasan por tu casa… pues viajan al servicio del Señor… Debemos ayudarlos porque haciéndolo nos convertimos en colaboradores suyos, 3ª Juan 1:5-8 (NT-BAD). Juan pide prosperidad económica para fines espirituales. ¡La prosperidad económica siempre debe estar subordinada a la espiritual! Cuando invertimos la ecuación, todo termina en ruinas.  

¿Deseas vivir con salud? ¿Para qué? ¿Anhelas prosperar económicamente? ¿Con qué propósito? Si Dios ha de bendecirnos no será para regodearnos delante de la gente como si fuéramos un pavo real y, mucho menos para que gastemos nuestros recursos en una vida desenfrenada de pecado. Si aspiramos a crecer económicamente que sea para cumplir con la misión que Dios nos ha dado de edificar su iglesia y extender su reino. Lo mismo sucede con la salud. Es común escuchar a creyentes decir que le han pedido a Dios vivir más tiempo. Incluso señalan la cantidad exacta de años que quieren vivir y, cuando llegan a esa edad, le piden una prórroga. El problema no es vivir más tiempo sino, ¿para qué? Si fuera para servir a Dios estaría más que bien. Pero casualmente esas personas que piden vivir más, son las que cada vez menos hacen para Dios. La Biblia registra el caso del rey Ezequías a quién Dios le dijo que pusiera en orden su vida porque iba a morir. El hombre resistió la profecía y, en medio de un profundo llanto, le pidió a Dios que alargara su vida. El Señor le concedió 15 años más (Isaías 38:1-5), bendición que no aprovechó: “A pesar del beneficio que había recibido, Ezequías no fue agradecido, sino que se llenó de orgullo, por lo cual el Señor se enojó con él…”, 2º Crónicas 32:25 (DHH). Su deseo de vivir más sin someterse a Dios terminó con el favor de Dios y con su vida espiritual. Y quizás también con su destino eterno de salvación.  

Volvamos a la historia de José. Él era próspero espiritualmente. Gozaba de aquellas bendiciones que la gente de este mundo procura a cualquier precio, pero no las obtiene. Piensa en la cantidad de personas que tan solo desearían encontrar un poco de paz en sus hogares cuando regresan de sus largas y agotadas jornadas de trabajo. O aquellas que pagarían para ser felices. La gente no sabe que esa clase de riquezas como paz, bienestar, protección espiritual, estabilidad emocional, gozo y felicidad derivan de la comunión y obediencia a Dios: “En la verdadera sumisión a Dios… uno puede hallar la mayor de las riquezas: la de ser feliz…”, 1ª Timoteo 6:6 (NTV y NT-BAD). ¡Sin una profunda y continua relación de amor con Dios no hay prosperidad! Jesús dijo: Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten, Mateo 6:33 (NTV). ¿Lo ves? Las cosas que necesitamos, sean tangibles o no, vendrán como resultado de nuestra comunión con Dios. ¿Y si descuidamos nuestra relación con Dios? Perdemos la prosperidad. Y para recuperarla la Biblia dice: “Ponte de nuevo en paz con Dios, y volverás a tener prosperidad, Job 22:21 (DHH).

Insistimos en este punto. José no era rico, pero sí próspero, y su fortuna consistía en bienes intangibles. Ninguna cualidad física o capacidad intelectual sobresaliente en José hubiera logrado que Potifar se diera cuenta de que Dios estaba con él. José poseía otro tipo de riqueza. Pensemos tan solo en su salud emocional. A José humanamente le salía todo mal. En su hogar nadie lo quería, excepto su padre. Sus hermanos lo odiaban. Fue vendido como esclavo; seducido por la esposa de su amo e incriminado injustamente de abuso sexual. Lo metieron en la cárcel, lo sujetaron con grillos de hierro y fue olvidado por aquellos a quienes él ayudó. A pesar de todo eso José estaba en paz y gozaba de excelente salud emocional. No guardaba resentimiento, odio, amargura ni tristeza. José nunca perdió la alegría y, por encima de todo, siguió siendo fiel a Dios. Cuando muchos culpan al Señor por las injusticias que sufren; otros, como José, permanecen leales en cualquier circunstancia. Para José y para aquellos que siguen su ejemplo Dios prepara el día de la honra, ¡porque Dios honra a los que lo honran!, 1º Samuel 2:30. La enseñanza es clara. Lo que hará que Dios sea glorificado no será nuestra abultada billetera ni la cantidad de papelitos que logramos en la escuela del hombre con las cuales luego empapelamos nuestras oficinas, ni tampoco las distinciones sociales que podamos lograr. La gente no se vuelve a Dios cuando ve que un creyente se compra un auto nuevo o lo condecoran abanderado de una causa digna, pero sí lo hace cuando ve que en él operan los frutos del espíritu como “amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio…”, Gálatas 5:22-23 (NTV). Y nosotros qué. ¿Tenemos esa clase de prosperidad de la que gozaba José? ¿Puede la gente a nuestro alrededor vernos con paz, felicidad y salud emocional pese a la dificultades que tenemos que atravesar? ¿Pueden vernos confiados en Dios en medio de las pruebas? ¡Solo cuando ellos vean nuestra verdadera prosperidad querrán al Dios que adoramos!

Advierte un detalle más. Cuando una persona obedece a Dios atrae sobre sí misma su presencia y su favor. Pero si esa persona es puesta en una posición de autoridad la bendición se extiende a todo aquello que está a su alrededor. Mientras José no ejercía ninguna posición especial en la casa de Potifar solo él era prosperado, (Génesis 29:2) pero “a partir del momento en que (Potifar) le confió el cuidado de su casa… el Señor bendijo la casa del egipcio…”, Génesis 39:5 (BLPH). La bendición llegó al egipcio el día en que le confió a José la administración de toda su casa. Tan solo imagina la bendición que podría ser un creyente temeroso de Dios en una posición de autoridad. Imagina cuán prosperada sería una familia si quienes la dirigen fueran fieles a Dios. Imagina la nación que tendríamos si quienes la gobernaran fueran obedientes a Dios y respetuosos de sus leyes. Y, ¿qué decir de una iglesia? Cuán grande sería la bendición si quienes la lideran honrarían a Dios.   

Potifar y los que componían su hogar eran bendecidos por causa de José y ellos lo sabían. Por eso lo trataban bien. La sabiduría consistía en cuidar la fuente de la bendición. Muy diferente a lo que ocurre hoy en día. Cuántos padres son bendecidos por la vida piadosa de sus hijos y, en lugar de cuidarlos, le hacen la guerra. Gracias a José su familia fue muy bendecida. Cuando el faraón supo que habían llegado los hermanos de José a Egipto dijo: “Vayan a buscar a su padre y a sus familias y vuelvan aquí. Yo les daré la mejor tierra en Egipto, y comerán de lo mejor que esa tierra produce… Lleven carros… para transportar a sus niños y a sus esposas, y traigan a su padre…  No se preocupen por sus bienes personales, pues lo mejor de la tierra de Egipto será de ustedes, Génesis 45:18-20 (NTV). Entonces, muchas personas son bendecidas por la obediencia de otros. ¡Pero cuidado!, porque si tú mismo no te vuelves a Dios esa bendición tiene fecha de vencimiento. La corriente de bendición que fluye hacia ti, gracias al precio que otros están pagando, no es para siempre. No puedes vivir como quieras y seguir gozando de la bendición que otros te acercan. Si no te vuelves a Dios, el saldo a favor de la ‘cuenta de bendiciones’ se agota. No hipoteques tu futuro. Paga tú mismo el precio que se necesita para ser bendecido llevando una vida recta y justa, ¡y la bendición será para siempre!   

En conclusión: ¡la única manera de prosperar es obedeciendo al Señor y, la única manera de recuperar la prosperidad que se ha perdido es restaurando la relación de amor con Dios!