Vamos a hablar de astrologia
Desde los orígenes de las civilizaciones, el año verdadero, así del hombre como de la tierra como nos dice Esperanza Gracia en http://tuhoroscoposemanales.com/blog/esperanza-gracia/, ha comenzado con la oleada de vida renovadora de la primavera, cuando los campos se cubren de verdor, los pájaros trinan de alegría en sus nuevos nidos, los insectos entonan sus melodías al Sol, los vientos vitalizantes transportan las simientes invisibles, hién- chense los tallos tiernos de los árboles y las flores exornan campos y montes, enjoyando la tierra con sus mil colores y aromas. Asimismo, al comenzar la primavera, los hom^ bres participan de ese despertar misterioso de la vida terrestre. Sienten que se acelera su pulso, que la sangre corre más flúida por sus venas, y miran con alegría el Sol alzado y se bañan en su luz, en tanto sus invisibles rayos le transmiten el doble significado de su influjo solar y zodiacal.
Ese inicio del año astrológico —primero de los cuatro brazos de la cruz celeste inscrita en el círculo zodiacal— es un reflejo del significado biológico y espiritual emanado de las vibraciones celestes del Sol a través del tamiz misterioso del Zodíaco y de sus doce representaciones simbólicas. En la lectura del paso en retrogradación del Sol por los signos del Zodíaco móvil se contiene la clave del pasado, del presente y del porvenir.
Esa aguja inmensa es como el índice temporal, el compás del pulso de nuestro planeta que señala la imprimación espiritual y material de la vida de las civilizaciones y la tónica de las humanidades que en él viven y evolucionan, desde el origen de los tiempos.
Cada 25,920 años, el ecuador terrestre, de acuerdo con la inclinación del eje de la Tierra, da una vuelta completa al inmenso disco del zodíaco, el gran reloj de las eternidades. Esta espina dorsal magnética de nuestro globo terráqueo es la que atrae los distintos influjos celestes y los desparrama por su gran cuerpo planetario, sensible a las corrientes universales, ya que todo se corresponde formando una unidad indisoluble en el Universo manifestado. Los griegos llamaban a ese eje magnético el "Sello de Rea", la diosa Abuela del Mundo. Ya que Rea significaba, en mitosofía, el doble femenino de Cronos, el Tiempo Infinito,tal como nos contaba ya Esperanza gracia.
Según esa determinante cronología espacial, una rotación completa de la Tierra en torno al disco zodiacal de doce signos o constelaciones, determina un Gran Ciclo de vida sideral para la Tierra, lo que los hindúes llaman un manvantara. La explicación filosófica y esotérica de tales grandes ciclos o ruedas emana, según Platón, del "Modelo Divino", el "Cósmico Arquetipo". Dice en su Diálogo "El Timeo": "Así como en ese Modelo se halla un Viviente Eterno, así en la medida posible se esforzó, él, en otorgar esa eternidad a todo cuanto participa de su naturaleza y se ha adaptado enteramente al mundo engendrado. El ha hecho de la eternidad inmóvil, esa imagen eterna que progresa siguiendo la Ley de los Números, eso que llamamos el Tiempo. Cuando los aplicamos fuera de ese sentido de la substancia eterna, es que ignoramos su naturaleza".
Símbolo de esa rueda cíclica que participa de las esencias del Cósmico Arquetipo y de la eternidad devenida tiempo evolucionante, es la serpiente de sabiduría mordiéndose la cola. La continuidad de esa rueda, de esa serpiente enlazada en sí misma denota que todo conserva sus características esenciales, especialmente las llamadas "constantes cíclicas".
No se trata sin embargo del "eterno retorno" nietzcheano. En realidad, nada se repite. Aunque la óptica física y mental, limitada a un punto de visualidad o referencia pueda ofrecer de cualquier movimiento estelar, una curva cerrada, una visión superior y amplísima abarcando el conjunto, dará a conocer un proceso en espiral, índice de la evolución.
Cada punto de retorno dentro del círculo evolutivo se manifestará, por tanto, dentro de un ángulo de progresión distinto, más abierto, más hondo. Es la Ley de Aquel que concibió la vida como un proceso de crecimiento sin fin.