Una educación hipócrita
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Tan solo soy uno más entre otros, que por la naturalmente inculcada capacidad de creación de la hipocresía del ser humano se ha animado a escribir y comentar una de mis vivencias respectivas a la educación que hacen evidencia de este suceso. La universidad era un nuevo mundo para mí a los 17 años. Entre nuevos espacios y profesores, creo que es algo natural sentirnos perdidos, e incluso anonadados por las actitudes de unos y otros. En mi caso, estudio magisterio, y fue increíble ver la de conocimientos vacios que nos hacían aprender, la de conocimientos a los que no iba a dar uso que eran introducidos en nuestras mentes, como si fuésemos meros robots. De no ser suficiente ese hecho, muchos de los presentes en las aulas tendían a decirnos que teníamos que innovar y hacer el mejor uso posible de todos los recursos de los que disponíamos. Con la segunda frase estoy totalmente de acuerdo, es decir, es cierto que usaban desde simples power points hasta pizarras táctiles, sin embargo, no dejaban de hacer uso del tan aburrido método de la enseñanza tradicional, en el que solo se dedican a darnos algún que otro libro y hablar sin garantizar el aprendizaje de sus alumnos. Un sentimiento de frustración se adentró en mí. Suele decirse que si una pérdida es material no hemos de preocuparnos, pero no hace ninguna gracia el hecho de pagar 800 euros a cambio de ver cómo unos profesores te piden que hagas una cosa y mientras tanto hacen otra. Todos los profesores con los que he hablado sobre este tema llegan a la misma conclusión; “es verdad, hay muchos profesores que dicen una cosa y hacen otra” es decir, que nadie se da por aludido. Si mi enfado no era ya bastante grande, creció aún más después de este suceso, pero a su vez me ha servido para aprender algo: “en tu vida como profesor no hagas lo mismo”. Y sinceramente, voy a pasar de hacerlo, y a su vez creo que no me equivoco al decir que haré bien al llevar a cabo lo anteriormente mencionado, es decir, no actuar de la misma manera en la que lo hicieron mis profesores. Tal y como he dicho, yo no quiero tener en cuenta para nada los libros, y en mi primer año de prácticas lo puse en práctica, cosa que fue muy bien. Sin embargo, he de decir que la manera de enseñar cambia mucho desde una universidad a educación infantil. De todas formas, en caso de tener que dar clase alguna vez en la universidad, estoy más que seguro de que aplicaré este aprendizaje en mi manera de enseñar. Lógicamente, el hecho de haber tenido que estudiar de esta manera me ha llevado a tener que superar una serie de dificultades, como el haber sufrido con cada una de las enseñanzas vacías que por obligación he tenido que meterme en el cerebro. Gracias a Diós, este segundo año tenemos varios profesores que no se ciñen al libro.