Los halagos: arma de doble filo
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A lo largo de la carrera de Magisterio, siempre nos han hablado del poder que tienen las palabras sobre los niños. Al ser unas personas tan importantes en su vida, sobre todo en Educación Infantil, tenemos una gran influencia sobre ellos. Quizás mas de la que imaginamos… Pero de algo no nos damos cuenta. Aunque hoy en día quizás la relación padres/profesor haya cambiado, aún tenemos cierta influencia en ello también porque vendrán a nosotros en busca de consejo y apoyo en caso de que tengan problemas o dudas respecto a sus hijos. Y todos los profesores de esta universidad nos hablan de lo positivo que son los halagos y los refuerzos positivos pero no nos hablan de sus peligros. Yo me he dado cuenta de esta arma e doble filo por mi propia experiencia, la cual me ha enseñado muy bien los peligrosos que pueden llegar a ser los halagos. Comienzo con mi historia. A ojos de mis profesores y también de mis padres, he sido un buen alumno. Desde la Educación Infantil fui una persona extrovertida, no me costaba nada relacionarme con mis compañeros de clase, participaba gustosamente en los ejercicios individuales y grupales, no me portaba mal, siempre hacia caso… Los profesores siempre han estado encantados conmigo y asi lo demostraban en cada reunión con mis padres. Dichos profesores alagaban incesantemente mi comportamiento y la educación que mis padres me daban, sin darse cuenta que poco a poco cerraban un cerco alrededor de mis seguridades. De recibir pequeños regalos por tan buen comportamiento pasó a ser algo esperado en mi, como si de una obligación se tratase. Sin darme cuenta ya estaba en la ESO y aunque mis profesores seguían deseando más alumnos ejemplares como yo, a pesar de que mis notas no eran las mejores, mis padres ya no admitían ningún comportamiento fuera de aquel ideal que metieron mis profesores en sus mentes. No tenía margen de error, yo no era asi, debía ser ejemplar. No podía permitirme fallar una sola vez porque hasta ahora nunca lo había hecho. El momento álgido de esta historia llegan en primero de bachiller. Cuando por primera vez saque dos suspensos. Para mi el cambio de ESO-Bachiller fue grande me confié, por ello en las dos materias que mas flojeaba saque un suspenso. Para mi no fue gran cosa, porque en el fondo casi lo esperaba pero no puedo decir lo mismo de mis padres… Parecía que se les había caído un mito. Ya no era ese tipo de alumno le es encantaba a los profesores, que siempre hacia caso y era responsable. Ahora no era más que alguien que no le interesaba el estudio y casi casi estaba tirando por la borda su futuro. Desde ese momento empecé a odiar con toda mi alma esos halagos que al principio parecían tan buenos pero que ahora no eran mas que conceptos que no cumplía y decepcionaba asi a mis padres. Por eso quiero revindicar la importancia de las buenas palabras y el modo de halagar a los alumnos y sobre todo a los padres, porque tenemos que recordar que esas palabras en vez de ayudar a nuestro alumno, puede volverse en su contra.
