Un mensaje al corazón 28/10/18 (#1011)
Silvia Cinalli - 28/10/18
Un mensaje al corazón
Génesis 26:19: “Pero cuando los siervos de Isaac cavaron en el valle, y hallaron allí un pozo de aguas vivas”, RV60.
¿Qué significa un pozo de aguas vivas?
Es un río habitualmente subterráneo que tiene gran fuerza, que arrastra todo a su paso, pero que tiene un curso definido aún con su increíble potencia. Nunca se seca, puede haber sequías y los ríos tradicionales disminuir o desaparecer pero la fuente, el pozo de aguas vivas no se seca jamás.
Jeremías 17:13: “Señor, tú eres la esperanza de Israel, todo el que te abandona quedará avergonzado. El que se aparta de ti quedará como algo escrito en el polvo, porque abandonó al Señor, al manantial de aguas vivas, BAD.
Yo tengo el privilegio en este tiempo de ver cómo Dios está llevando adelante una obra maravillosa en medio nuestro. Yo veo cómo el Señor trae revelación de la Palabra y cómo la misma ilumina nuestras vidas y muchos más corazones y mentes que él mismo abre a su poder y despierta a su potencia. Cuando miro hacia atrás y observo con los ojos espirituales todo el camino recorrido no dejo de maravillarme. Dios comenzó un camino nuevo, totalmente diferente de lo que he vivido en toda mi vida como su hija en el año 2015. Despertó en nosotros el hambre por su presencia. Nos propusimos buscar al Señor más intensamente porque sentíamos que él mismo nos buscaba. Varias veces la Palabra tenía tal grado de autoridad que nos hizo entender que este camino era muy, muy en serio y que no había vuelta atrás. El Espíritu Santo nos comenzó a enseñar las cosas nuevamente, no a la luz de la sabiduría humana sino a la luz de su revelación. Los pasajes que leímos y predicamos por años se volvieron totalmente nuevos y la misma Palabra nos confirmaba por medio de otros pasajes bíblicos cuál era la intención de Dios.
En la medida que las experiencias con el Señor en el lugar secreto comenzaron a repetirse, yo comencé y nos pasaba a los dos juntos, comenzamos a arrepentirnos de muchísimas cosas. Siempre me había sentido ‘orgullosa’ de mi vida espiritual. De cómo Dios me había apoyado tantas veces y de cómo habían prosperado los proyectos en mis manos, pero cuando el Señor se acercó las cosas cambiaron tan drásticamente que comencé a sentir mucha vergüenza en su presencia.
Una tarde el Señor me ministró dulcemente respecto de la incredulidad y lloré con amargura por todo lo que me mostraba el Espíritu, me llevó un camino imposible humanamente y vi muchos eventos como si estuviera ahí, pero ahora estaba con el Señor. Jamás podría haberme acordado, era su trato, era su persona. Temí profundamente porque cada palabra, pensamiento o intención del corazón está totalmente descubierta delante de él. Y el tiempo créanme hermanos, no borra los pecados, las desobediencias, las faltas ante la majestad de nuestro gran rey. Y me mostró el dolor de su corazón, de cómo lo había herido y ofendido y, lo peor, ni siquiera me había dado cuenta, no me había detenido a pensar y por supuesto no le había pedido perdón. La vergüenza se fue multiplicando porque cuando se acercaba la claridad es pasmosa, no hacía falta que dijera nada, todo estaba tan claro que tomaba conciencia de las cosas malas en mi corazón y no creo ser la excepción. Ya sé que te identificas conmigo, por eso les empezamos a enseñar que cuiden lo que hablan, que no emitan juicios, que no critiquen. Que suelten perdón, que no abracen la ofensa, que se alejen de cualquier pecado, que no sean rebeldes, que no murmuren. No por ser legalistas sino porque queríamos cuidar la presencia del Señor y cuidarlos. Comenzamos a hablar de la rebeldía porque entendimos espiritualmente cómo esa mezcla, cómo esa mala disposición apaga al Espíritu Santo. Por su pura gracia comenzó a acercase a nosotros y sentimos su bondad, pero también su santidad y su peso de gloria. Entendimos el valor de la honra y nuestros ojos comenzaron a ser aclarados respecto de cómo es el lugar de su habitación.
Entrar a su presencia se volvió cada vez más sencillo, pero al principio era difícil. Oraba y oraba y nada sucedía. Claro que yo seguía manteniendo la autoridad para proclamar todo de su parte, seguía predicando y haciendo las cosas, como les pasa a muchos de ustedes que parecen no entender que aunque Dios les apoye eso no significa que está contento con la forma en que están llevando adelante sus vidas espirituales, no se dan cuenta que se están secando. Nuestras oraciones perdieron, a causa de las muchas ocupaciones y preocupaciones la profundidad, en sentido de cercanía y la frescura que se disfruta solo en su presencia.
Quizás de todos los años que lleves como cristiano nunca hayas disfrutado de la cercanía del Rey y, en lo profundo sientas que algo te falta. Eso que te falta es comunión con el Señor, unión con el Espíritu Santo y no se logra de la noche a la mañana.
Juan 7:37-38 Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”, RV60.
Debes tomar en serio, muy en serio el buscar su presencia. No te puedes conformar con orar o leer la Biblia o no hablar mal de alguien o venir a las 6 de la mañana, solo puedes conformarte con la rendición absoluta con el profundo descanso que provoca su presencia.
Si nunca has experimentado el río de agua viva en tu interior este debe ser nuestro tiempo.
Amados líderes, muchos están más dormidos que la gente que lleva 100 años en un sepulcro. Y no mires para otro lado. ¿Por qué huyes de la presencia? ¿Por qué dejas que tu pasividad te robe milagros, provisión y felicidad? Y todo esto no tiene que ver con lo visible sino con tu ser interior.
Otros tienen el corazón tan dividido que es imposible que el Espíritu fluya para bendición, tal como él lo desea. Están en la reunión, pero pensando en sus compromisos familiares o sus deberes familiares o por la cena. Otros preocupados por cambiar el auto, comprar una casa o limpiar la heladera. Otros, por todo lo malo que escuchan se sienten agobiados y deprimidos. Finalmente otros, en los momentos de oración vuelan sin ir a ninguna parte. 1ª Reyes 18:21: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”.
Claudicar es rendirse. Cuando una claudica no avanza. No es tiempo para que sigas así. Debes tomar la decisión y esa decisión es no rendirse hasta encontrar su presencia.
Te sugiero que vayas a la oración y prepares tu corazón para experiencias con el Dios vivo. Que le pidas al Espíritu Santo que te ayude a orar, que te abra los cielos, que te permita por el poder de la sangre de Cristo, como dice Hebreos 10:19 ingresar a ese bendito lugar de su habitación. No te conformes con menos.
Yo te llamo en el poder del Nombre de Jesús a la búsqueda apasionada por su presencia. Emplea todas las disciplinas espirituales, pero no creas que si oraste, leíste y ayunaste cumpliste. No se trata de cumplir se trata de alimentarse, transformarse, llenarse, satisfacerse, rejuvenecerse en Su presencia.