El cielo 29/09/19 #1059

Episode 61,   Sep 30, 2019, 12:34 AM

José Luis Cinalli
                                                                                                                                                                    29/9/2019
El cielo
 
“En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas… Voy a prepararles un lugar, Juan 14:2 (NVI).
 
Todos los días mueren alrededor de 150.000 personas en el mundo, de las cuales la gran mayoría despierta en el infierno. ¿Y cómo lo sé? Porque Jesús lo dijo: “… Espacioso es el camino… que conduce al infierno; por eso millones de personas lo prefieren…”, Mateo 7:13 (NT-BAD). Ahora bien, si el infierno es un lugar de sufrimiento sin fin, ¿por qué razón las personas querrán ir allí? La verdad es que nadie quiere ir al infierno. Van porque han creído que el cielo era un destino automático. Cuando las personas llegan al infierno no lo pueden creer pues estaban convencidas de que irían al cielo. Observa lo que sucede en un funeral y te darás cuenta. Desde el oficiante de la ceremonia hasta el que conduce el coche fúnebre, todos creen que el difunto ha pasado a una mejor vida. Sin embargo, ocurre lo contrario. Nuestro destino eterno automático es el infierno. Caminamos derechito al lugar de tormento porque somos pecadores y estamos destituidos de la gloria de Dios: “Todos estamos bajo el poder del pecado… y bajo el juicio de Dios”, Romanos 3:9 (NTV) y 3:19 (PDT). Así como somos, es decir pecadores, no se nos permite entrar al cielo: “Tus ojos son demasiado puros como para mirar el mal…”, Habacuc 1:13 (PDT). Para ir al cielo hay que tratar con el asunto del pecado, Romanos 6:23. Ir a la iglesia, leer la Biblia o hacer contribuciones a los pobres no nos abren puertas en el cielo. Nuestro destino eterno de condenación solo es modificado cuando por medio de la fe aceptamos el sacrificio que Jesús hizo a nuestro favor, Juan 3:16. Él tomó nuestro lugar, pagó nuestra deuda y compró nuestra libertad. En otras palabras, no podemos pagar nuestra entrada al cielo. Necesitamos aceptar el regalo que Dios nos ofrece. Te lo explico mejor. Supongamos que nos encontramos en el desierto, sin agua y a punto de morir. De repente alguien descubre un pozo subterráneo. ¿Estamos a salvo? No. Si no bebemos del agua moriremos aunque la vertiente esté a nuestros pies. Lo mismo ocurre con la salvación. En el Calvario Dios abrió para nosotros la fuente de la salvación, Isaías 12:3. Pero es preciso que cada uno de nosotros vaya a la fuente (Isaías 55:1; Apocalipsis 21:6) y haga suya la salvación obtenida por Cristo: “Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”, Apocalipsis 22:17. Tu destino eterno de bendición depende de tu decisión de aceptar el regalo de Dios.
 
Muy pronto llegará el día de nuestra mudanza. Y, ¿qué sabemos acerca de nuestro nuevo hogar? ¿Por qué tenemos tan poca curiosidad por conocer el país del cual somos ciudadanos y viviremos para siempre? ¿Tendrá algo que ver el diablo en todo este asunto? Por supuesto. Refiriéndose a la bestia satánica la Biblia dice: “Y abrió la boca con terribles blasfemias contra Dios, maldiciendo… su habitación, es decir… el cielo, Apocalipsis 13:6 (NTV). El trabajo del diablo es mentirnos acerca del cielo. Nos hace creer que será un lugar aburrido y fantasmal. Esa es la razón por la que nadie quiere irse de este mundo ‘feliz’ en el que vivimos. Si no fuéramos tan negligentes en explorar las enseñanzas bíblicas acerca del cielo lo desearíamos como Abraham que “esperaba la ciudad de cimientos sólidos…”, Hebreos 11:10 (BAD). Pablo dijo: “… Fijen la mirada… en el cielo… y no pierdan el tiempo en las cosas de este mundo, Colosenses 3:1-2 (NT-BAD) ¿Significa esto que no tenemos que preocuparnos por el bien de este mundo? Nada de eso. “Si lees la historia, encontrarás que los cristianos que hicieron más por el mundo actual fueron los que pensaron más en el venidero. Cuando los cristianos dejaron de pensar en el otro mundo se volvieron ineficientes en este”, C. S. Lewis. Veamos lo que la Biblia dice acerca del cielo:
 
1)    El cielo presente no es eterno. Cuando un creyente muere hoy en día va al cielo. Pero ese cielo no es su hogar definitivo. No olvides que al morir el espíritu va a la presencia de Dios (Filipenses 1:22; 2ª Corintios 5:8) y el cuerpo espera el día de su resurrección, 1ª Corintios 15:53 y Romanos 8:11. Cuando Cristo regrese, el cuerpo y el espíritu se reunirán y esa persona resucitada vivirá para siempre en la ciudad eterna llamada nueva Jerusalén: “Al que venza lo convertiré en… ciudadano de… la nueva Jerusalén…”, Apocalipsis 3:12 (NT-BAD); Hebreos 12:22. Quiere decir que el cielo presente es solo una parada en el camino hacia nuestro destino final y definitivo.
 
2)    En el cielo presente las personas tienen un cuerpo físico temporal. En el cielo definitivo (la nueva Jerusalén) las personas tendrán cuerpos: “Nuestros cuerpos terrenales… son diferentes de los cuerpos que tendremos cuando resucitemos, porque éstos no morirán jamás”, 1ª Corintios 15:42 (NT-BAD). Sin embargo, en el cielo presente las personas también parecen tener cuerpos físicos. No es descabellado si tenemos en cuenta que Jesús resucitado vive en el cielo. Es decir que en el cielo presente hay por lo menos un cuerpo físico: el de Jesús. Además, ¿no vieron los discípulos a Moisés y Elías físicamente en el monte de la transfiguración? ¿Solo ellos y Jesús tienen cuerpos físicos en el cielo o también los demás creyentes? En la parábola del rico y Lázaro Jesús atribuye propiedades físicas a las personas que han muerto. Habla de la lengua y de la sed del hombre rico y del dedo de Lázaro (Lucas 16:19-31) aunque también es cierto que podría ser lenguaje figurativo. Apocalipsis 6:10-11 Juan vio a mártires en el cielo que vestían ropas blancas y gritaban fuerte para que Dios hiciera justicia en la tierra. Gritar y vestirse son detalles que sugieren que esas personas tenían cuerpos físicos. No estamos seguros, pero existen evidencias de que las personas en el cielo tienen cuerpos físicos temporales.
 
3)    En el cielo presente los santos oran. Juan vio mártires en el cielo intercediendo ante Dios: “¿Cuándo vas a juzgar a los habitantes de la tierra y a castigarlos por habernos asesinado?”, Apocalipsis 6:10 (PDT). Además “… Cristo… está en el cielo… intercediendo por nosotros, Romanos 8:34 (NT-BAD). ¿Qué razón existe para pensar que los santos en el cielo estén haciendo algo diferente? Pablo dijo que “algunos miembros de esta gran familia están ya en el cielo y otros están todavía aquí en la tierra”, Efesios 3:15 (NT-BAD). Sería ilógico pensar que los que viven en el cielo estén despreocupados por lo que les sucede a sus hermanos que viven aquí en la tierra. Además Juan hace referencia a “las oraciones del pueblo santo de Dios” (Apocalipsis 5:8) en un contexto que podría incluir a los santos en el cielo y no solo a los que están en la tierra. En fin, las constantes oraciones de nuestros hermanos a nuestro favor, ¿no es motivo suficiente para que dejemos de dormir espiritualmente? ¿Cómo puede ser posible que mientras ellos interceden nosotros tomemos sol a orilla del río de la vida?
 
En el cielo aprenderemos a conocer a Dios. La gente cree que cuando vaya al cielo sabrá todo lo que no sabe aquí en la tierra. Eso es cierto en parte. Es verdad que sabremos más de lo que sabemos ahora, pero eso no significa que lo conoceremos todo: “Ahora mi conocimiento es parcial, pero luego mi conocimiento será completo”, 1ª Corintios 13:12 (PDT). Pablo no dice que sabremos todo como si fuéramos Dios. Nunca seremos omniscientes, ni siquiera los ángeles lo son: “… Hay detalles que hasta los mismos ángeles quisieran conocer”, 1ª Pedro 1:12 (PDT). Nunca sabremos todas las cosas y aun lo que sepamos no ocurrirá todo inmediatamente. Seremos aprendices para siempre. Iremos conociendo a Dios más y más y nuestro gozo será cada vez mayor. Eso es lo que sucede en nuestros tiempos de retiro. Aunque siempre los tenemos en el mismo lugar, cada retiro es mejor el que anterior y eso se debe a nuestro mayor conocimiento de Dios. Jesús dijo: “Aprendan de mí”, Mateo 11:29 (NVI). Conocer a Dios no es una experiencia solo para esta vida. Cuando entremos al cielo seguiremos conociéndolo. Será emocionante sentarnos a sus pies o caminar a su lado por los montes o a orilla de los lagos como lo hicieron sus discípulos. Además aprenderemos de él leyendo las escrituras. ¿Habrá Biblia en el cielo? Claro que sí: “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos”, Salmo 119:89. Es de suponer que leeremos, estudiaremos, meditaremos y hablaremos acerca de la Palabra de Dios. También hay otros libros en el cielo: “Vi a los muertos… de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto… el libro de la vida…”, Apocalipsis 20:12. Los libros serán abiertos. ¿A qué libros se refiere? A los que contienen las obras realizadas por los incrédulos. En cambio, en el libro de la vida Dios registra los nombres de sus hijos (Apocalipsis 13:8), sus luchas y también las lágrimas por permanecer en su camino. David dijo: “Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro, Salmo 56:8 (NTV). Además se registran nuestras buenas obras: “… No borres las obras de misericordia que he hecho…”, Nehemías 13:14 (LBLA). Y de aquellos que lo obedecieron: “… Dios… mandó que se anotaran en un libro sus nombres para recordarlos, Malaquías 3:16 (TLA). ¿Es posible que los registros de las obras fieles de los creyentes sean leídos en el cielo periódicamente? ¿Por qué no? Una forma en la que Dios recompensa a sus siervos es registrar todo lo bueno que hacen para que sea recordado, como sucedió con María: “Dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto, y será su gloria, Mateo 16:13 (BLA). Mensajes, prédicas, oraciones, lágrimas, consejos o cualquier acto de bondad que hagamos para la salvación de las personas será anotado cuidadosamente. Cambiar un pañal, hacer una comida, cuidar un enfermo o visitar un preso; siempre que sea hecho por amor a Dios y para su gloria será anotado por Dios para ser recompensado a su debido tiempo.