Parábola de las diez vírgenes 11/10/2020 #1113

Episode 116,   Oct 19, 2020, 11:25 AM

Pastor José Luis Cinalli
11/10/2020
Parábola de las diez vírgenes
 
“… Diez damas de honor… tomaron sus lámparas y salieron para encontrarse con el novio. Cinco… eran necias y cinco sabias… Las… necias no llevaron suficiente aceite… pero las… sabias… llevaron aceite extra… A la medianoche, se despertaron ante el grito de: “…Ya viene el novio. ¡Salgan a recibirlo!”. Todas… se levantaron y prepararon sus lámparas. Entonces las… necias les pidieron a las otras: “Por favor, dennos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se están apagando”. Pero las sabias contestaron: “No tenemos suficiente para todas. Vayan… y compren… Durante el lapso en que se fueron a comprar… llegó el novio. Entonces las que estaban listas entraron con él a la fiesta de bodas y se cerró la puerta con llave Cuando regresaron las otras cinco… se quedaron afuera, y llamaron: “¡Señor, Señor! ¡Ábrenos la puerta!”. Pero él les respondió: “Créanme, ¡no las conozco!”. ¡Así que ustedes también deben estar alerta! Porque no saben el día ni la hora de mi regreso”, Mateo 25:1-13 (NTV).
 
La parábola alude a la segunda venida de Cristo y a las bodas del Cordero. El novio representa a Jesús y las vírgenes a todos los cristianos que esperan la venida del Señor. Las vírgenes sabias simbolizan a los verdaderos cristianos, es decir aquellos que se arrepintieron y confesaron sus pecados, nacieron del Espíritu y cambiaron sus vidas para dedicárselas a Dios. Las vírgenes necias representan a los cristianos nominales y religiosos que simulan ser cristianos verdaderos, pero que en realidad no lo son. A simple vista todos parecen iguales. Cantan, oran y leen la Biblia. Todos van a la iglesia y todos esperan al Novio. Pero la diferencia está en lo que no se ve. Las mujeres de la parábola tenían mucho en común. Todas fueron invitadas y todas tenían lámparas. Todas decían conocer al novio y todas esperaban participar de la boda. La diferencia era el aceite. Las necias no tenían aceite en sus lámparas y, ¡sin aceite nadie entra a la fiesta! Si el día en que nos encontremos con Jesús nuestra lámpara no alumbra nos quedaremos afuera del cielo. Por eso debemos estar preparados: “Estén siempre preparados y mantengan las lámparas encendidas, Lucas 12:35 (NBLH). “… Deben estar preparados todo el tiempo…”, Mateo 24:44 (NTV). “… Velen, estén alerta… manténganse… despiertos, porque no saben qué día va a venir su Señor”, Mateo 24:42 (NBLH y DHH). Despiertos, preparados y alertas. ¿Por qué? Porque podríamos terminar no teniendo lo que siempre creímos tener: la salvación de nuestras almas.
 
Esta parábola es la más atemorizante de todas las que Jesús contó. ¿Por qué? Porque los que se quedan afuera de la fiesta no son enemigos, ni siquiera desconocidos del novio sino personas que formaban parte de su círculo íntimo. Eran las ‘damas de honor’. Esto significa que los que se quedarán fuera de las bodas del Cordero no serán solo los incrédulos y paganos sino también muchos que en esta vida profesaron ser cristianos. Atemoriza pensar que muchos de los que hoy en día dicen ser creyentes declarados y confesos, miembros de una iglesia y seguros de su salvación, finalmente sean rechazados por el Novio. Qué imagen tan tétrica. Íntimos de Jesús suplicando a los gritos frente a las puertas del cielo: “¡Señor! ¡Señor!... ¡Ábrenos la puerta!”, Mateo 25:11 (NVI). Advierte la expresión: “¡Señor! ¡Señor!”. Para los judíos la repetición del nombre de una persona significa cercanía, confianza e intimidad: “Abraham, Abraham” (Génesis 22:1); “Jacob, Jacob” (Génesis 46:2); “Absalón, Absalón” (2º Samuel 19:4); “Marta, Marta”, Lucas 10:41. Cuando las vírgenes insensatas llegaron de comprar el aceite vieron la puerta cerrada y no gritaron simplemente: “Señor” sino “Señor, Señor” como diciendo: “te conocemos, somos tus amigas, no somos extrañas tratando de colarnos en la fiesta”. Y, ¿qué les respondió el novio? “No sé quiénes son ustedes. No las conozco, Mateo 25:12 (TLA). Es como si el novio les dijera: “ustedes pudieron haber sido invitadas, tener lámparas y llamarme Señor pero yo no sé quiénes son, ¡lárguense!”. Jesús dijo: “No todo el que me llama: “¡Señor, Señor!” entrará en el… cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre… El día del juicio, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! Profetizamos…, expulsamos demonios… e hicimos muchos milagros en tu nombre”. Pero yo les responderé: “Nunca los conocí. Aléjense de mí, ustedes, que violan las leyes de Dios, Mateo 7:21-23 (NTV). En el día del juicio muchos dirán “Señor, Señor”. Es decir alegarán tener una relación íntima con Dios. Personas que estaban seguras de que se salvarían porque pertenecían a una iglesia, oraban, leían la Biblia, servían y predicaban usando el nombre de Cristo, pero que nunca desarrollaron una relación íntima con Él ni lo obedecieron. Recuerda que fue el mismo Jesús quien dijo que una persona sabia es aquella que obedece a Dios: “… El que escucha mi enseñanza y la sigue es sabio… Pero el que oye mi enseñanza y no la obedece es un necio…”, Mateo 7:24-26 (NTV). ¡Qué sorpresa será para ellos cuando sean rechazados y enviados al infierno! Qué sorpresa será encontrar las puertas del cielo cerradas y escuchar de labios del Señor: “nunca los conocí”. ¡Qué cuadro tan espantoso de personas casi salvadas pero eternamente perdidas!
 
Ahora bien, ¿cuándo se quedaron sin aceite las vírgenes necias de la parábola? Minutos antes de que el novio llegara. Sus lámparas alumbraron durante mucho tiempo, pero no en el momento en que el novio llegó: “Terminar una obra vale más que comenzarla...”, Eclesiastés 7:8 (BL95). El premio de participar de la fiesta, ver al novio y estar con Él por toda la eternidad está reservado solo para los que perseveran hasta el final: “... El que se mantenga fiel hasta el final, será salvo”, Marcos 13:13 (PDT). Es imposible creer que las mujeres necias de la parábola se hayan unido al cortejo con la intención de no participar de las bodas. Lo que pasó es que, poco a poco, fueron descuidando el aceite de sus lámparas hasta que finalmente se terminó. Es importante obedecer a Dios y ser personas de fe durante toda la vida, pero más aún es terminar nuestra vida de la misma manera. ¿Cómo está el nivel de aceite en la lámpara de tu vida espiritual? No me digas que un día estuvo en su nivel más óptimo porque eso ya no cuenta. No me hables de tus viejas experiencias con el Señor. Lo que interesa es que tu lámpara alumbre en el momento en que te encuentres con Cristo porque de lo contrario te quedarás fuera de la fiesta. ¿Hay aceite en tu lámpara? ¿Cuánta presencia activa del Espíritu Santo existe hoy en tu vida? ¿Quieres saberlo? Contesta entonces a estas preguntas: ¿Qué tan espiritual o carnal eres? ¿Te enojas con facilidad? ¿Maltratas a tus hijos? ¿Respetas a tu cónyuge? ¿Eres de mal testimonio? Juan el Bautista dijo: “Demuestren con su forma de vivir que se han arrepentido de sus pecados y han vuelto a Dios”, Lucas 3:8 (NTV). Esto es apremiante: ¡repongamos el aceite de nuestras lámparas o nos quedaremos fuera del cielo para siempre!
 
Esta parábola nos enseña que la preparación es esencial. Cuando el Señor aparezca no habrá más tiempo para prepararse. La puerta se cerrará y el que no tenga la lámpara encendida se quedará afuera. Es triste recordar a hermanos cuyas vidas un día brillaron, pero hoy están sin aceite. Preocuparse por las cosas terrenales y pasajeras posponiendo los asuntos celestiales y eternos es un verdadero peligro. Si no estamos listos cuando Cristo regrese o cuando crucemos el umbral de la muerte nos quedaremos fuera del cielo y lejos del novio, sin importar lo cristiano que aparentábamos ser. ¡Sin preparación no se viaja al encuentro del Novio sino al encuentro del Juez! Por favor, haz una pausa y reflexiona seriamente. Si hoy te encontraras con el Novio: ¿entrarías a Su fiesta? ¿Serías admitido en el cielo? Quizás ese encuentro no sea hoy, pero ten por seguro que será pronto. Y, ¿cómo reaccionará cuando nos vea? ¿Se alegrará? ¿Nos dará un abrazo eterno o con el ceño fruncido dirá: “no te conozco, fuera de aquí”? Y cuando eso suceda, ¿qué le diremos? ¿Alcanzará con decirle que asistíamos de vez en cuando a la iglesia o hacíamos alguna obra de caridad? Cuidado con creer que conocemos a Dios cuando en realidad no lo conocemos. Cuidado con pensar que es suficiente conocer a Dios intelectualmente; necesitamos conocerlo experimentalmente: “Y la manera de tener vida eterna es conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste a la tierra”, Juan 17:3 (NTV). 

 

Imagínate la escena una vez más. Personas que dicen conocer al Novio tocando a las puertas del cielo y gritando con todas sus fuerzas: “Señor, Señor, ábrenos”. Y el Novio respondiendo: “No los conozco”. Eso será pavoroso, demoledor, terrible, desgarrador, irremediable, doloroso, angustiante, decepcionante y mortal. Revisa tu vida, comprueba si hay aceite en tu lámpara antes de que sea demasiado tarde. Da el primer paso y haz de Cristo el único Señor y Salvador de tu vida. Arrepiéntete genuinamente de tus pecados y abandónalos. Luego desarrolla una relación de amor íntima y personal con el Señor. Obedece sus mandamientos y sírvelo predicando Su palabra. Cuida tu vida espiritual. Fortalece la iglesia del Señor y extiende su reino. Ver la alegría en el rostro de nuestro Señor y estar con Él por toda la eternidad será nuestra mayor recompensa: “… Dios bendecirá al que se mantenga despierto…”, Apocalipsis 16:15 (TLA).