El costo de la bendición 2/5/2021 #1142

Episode 145,   May 05, 2021, 03:19 PM

Pastor José Luis Cinalli
2/5/2021
El costo de la bendición
 
“Dios nos dice: “¡Arrepiéntanse… y cambien su manera de vivir! ¡Lloren, ayunen y vístanse de luto!… vuelvan a mí… Cuando esto haya pasado, les daré a todos mi Espíritu…”, Joel 2:12-28 (TLA).
 
Cuando Joel comenzó su ministerio profético la nación de Israel vivía su peor crisis: miseria (Joel 1:10); tristeza (Joel 1:12); hambre (Joel 1:16); estancamiento espiritual (Joel 1:16); sequía (Joel 1:17-20); desolación (Joel 2:3); destrucción (Joel 2:3); temor (Joel 2:6) y confusión, Joel 2:17. La ruina era total y la causa, el alejamiento de Dios. Sin embargo, en su infinito amor, Dios les prometía bendición (Joel 2:14); prosperidad (Joel 2:19); libertad (Joel 2:20); protección (Joel 2:21); renovación espiritual (Joel 2:23); restitución (Joel 2:25); bienestar (Joel 2:26); presencia (Joel 2:27) y finalmente un avivamiento, Joel 2:28. Ahora bien, todas estas grandes y maravillosas promesas también son para nosotros y están confirmadas en el N.T. Dios nos promete bendición: “Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten… siempre tendrán todo lo necesario…”, 2ª Corintios 9:8 (NTV). Prosperidad: “… Dios es quien nos da en abundancia todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos”, 1a Timoteo 6:17 (NTV). Libertad. A) Libres del poder de Satanás: “Porque Él (Dios) nos rescató de las tinieblas satánicas…”, Colosenses 1:13 (NT-BAD). B) Libres del poder del pecado: “Nos liberó del castigo de nuestros pecados”, Romanos 3:24 (NTV). C) Libres de la condenación eterna: “… Dios… nos da… la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor”, Romanos 5:21 (NTV). Protección: “… Dios los protege con su poder…”, 1ª Pedro 1:5 (NTV). Renovación espiritual: “Dios… nos ha bendecido… con toda bendición espiritual en Cristo”, Efesios 1:3 (BAD). Restitución: “… Los restauraré a causa de mi compasión…”, Zacarías 10:6 (NTV). Bienestar: “… Dios les dará su paz, una paz tan grande que va más allá de lo que podemos entender…”, Filipenses 4:7 (PDT). “Dijo Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso… para el alma…”, Mateo 11:28-29 (NTV). Presencia: “… Les aseguro que estaré con ustedes siempre…”, Mateo 28:20 (NVI). Y finalmente avivamiento: “Dios dice: en los últimos días, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad. Los hijos e hijas profetizarán. Los jóvenes tendrán visiones, y los ancianos tendrán sueños. En esos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos, hombres y mujeres, y ellos profetizarán”, Hechos 2:17-18 (PDT). Los últimos días se refiere a la era de la iglesia que va desde Pentecostés hasta el retorno de Cristo. Eso significa que nosotros estamos viviendo ‘los últimos días’: “Ahora… estamos en los últimos días”, Hebreos 2:2 (PDT).   
 
Ahora bien, las bendiciones prometidas al pueblo de Israel así como las que Dios nos hace a nosotros tienen la misma condición: el arrepentimiento: Arrepiéntanse y vuelvan a mí… cuando esto haya pasado, les daré a todos mi Espíritu”, Joel 2:13 y 28 (TLA). Advierte el ‘cuando’ derramará su bendición: cuando el pueblo se haya arrepentido. La misma condición se requiere de nosotros: “Ahora pues, arrepiéntanse de sus pecados y vuelvan a Dios… Entonces, de la presencia del Señor vendrán tiempos de refrigerio…, Hechos 3:19-20 (NTV). Observa la secuencia: arrepentimiento y búsqueda de Dios en primer lugar y luego tiempos de refrigerio que evidencia la manifestación de la presencia de Dios en un avivamiento prometido. ¿Lo ves? ¡Sin arrepentimiento no hay bendición, y tampoco avivamiento! ¿Puedes comprender lo que sucedería si tuviéramos un avivamiento? Los cielos se romperían y Dios descendería. En un avivamiento Dios obra de una manera ‘desacostumbrada’. Su poder se derrama trayendo renuevo espiritual. Familias enteras serían salvadas. Las personas son azotadas bajo convicción de pecado y los fuegos mortecinos de la fe se avivan de tal manera que las personas hacen fila para escuchar la Palabra de Dios. ¿Quién no quisiera una revolución espiritual así? Pues bien existen dos requisitos:
 
1)    Arrepentimiento. Los grandes avivamientos siempre fueron precedidos de grandes arrepentimientos. El avivamiento de los ninivitas llegó después de que se arrepientan de sus pecados en un ayuno nacional de humillación, Jonás 3. Lo mismo sucedió con el avivamiento en tiempos del rey Asa. El rey “ordenó al pueblo de Judá que buscara al SEÑOR... y que obedeciera su ley…”, 2° Crónicas 14:4 (NTV). Como consecuencia todos con fervor buscaron a Dios y lo encontraron...”, 2 Crónicas 15:15. Consideremos al rey Josías: “... Siendo aún joven, Josías comenzó a buscar a Dios…”, 2º Crónicas 34:3 (NTV). Como resultado “... el pueblo... renovó su pacto con Dios... Durante el resto de la vida de Josías, no se apartaron del Señor...”, 2º Crónicas 34:32-33 (NTV). El arrepentimiento también fue el precio que tuvieron que pagar los primeros cristianos para tener el más grande avivamiento de la historia, Hechos 3. ¡El arrepentimiento siempre precede a la bendición! Una de las cosas de las que tenemos que arrepentirnos es de la autosuficiencia. Tenemos una valoración sobredimensionada de nosotros mismos. Consciente o inconscientemente creemos que tenemos las fuerzas y los recursos necesarios para servir a Dios independientemente de Él. Y mientras eso suceda Dios no se manifestará.
 
2)    Humillación. “¡Lloren, ayunen y vístanse de luto!”, Joel 2:12 (TLA). La segunda condición para el avivamiento requerida por Dios a través del profeta Joel es también la misma en el N. T. Humíllense delante de Dios… purifiquen su corazón… Derramen lágrimas por lo que han hecho. Que haya lamento y profundo dolor. Que haya llanto… y tristeza…”, Santiago 4:7-9 (NTV). La humillación es el estado del corazón capaz de atraer la bendición de Dios: “Dios… derrama extraordinariamente bendiciones sobre los humildes”, 1ª Pedro 5:5 (NT-BAD). “Bendeciré a los que tienen un corazón humilde y arrepentido…”, Isaías 66:2 (NTV). Advierte que la humillación es antes que el arrepentimiento: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”, 2º Crónicas 7:14. Observa la secuencia: “Si se humillare mi pueblo… yo oiré desde los cielos…”. ¿Lo ves? ¡La humildad precede al arrepentimiento y éste a la bendición! ¡Cuando el pueblo de Dios se humilla en arrepentimiento Dios lo exalta con un avivamiento!
 
Ahora bien, ya que la humillación y el arrepentimiento es el costo de la bendición necesitamos saber cómo humillarnos. Mediante el ayuno. El ayuno es la herramienta bíblica más efectiva para que nuestro corazón se humille. Daniel se humillaba con ayunos: “… Dios escuchó tu oración desde el primer día en que decidiste… humillarte con ayuno…”, Daniel 10:12 (PDT). Esdras le enseñó al pueblo que si querían que sus oraciones fueran contestadas debían humillarse con ayunos: “… Les anuncié a todos que debíamos ayunar para humillarnos ante Dios y así poder pedirle que nos concediera un viaje seguro…”, Esdras 8:21 (PDT). El propio David practicaba el ayuno para mantener a raya su ‘ego’: “… Mortifico mi alma con ayuno, Salmo 69:10 (CJ). No olvidemos que el motivo principal del ayuno ordenado por Dios era la humillación. “… Humillarán sus almasserán limpios de todos sus pecados…”, Levítico 16:29-30 (NBLH).
 
Resumamos entonces diciendo que el proceso de la bendición y el avivamiento comienzan con la humillación y el arrepentimiento. El quebrantamiento abre las puertas del cielo para que Dios descienda con su bendición. El ayuno nos ayuda a reconocer nuestros pecados. Somos muy buenos para identificar los pecados de los demás, pero no los propios. Tenemos una habilidad innata para ver la paja en el ojo de nuestros hermanos pero somos incapaces de ver el tronco que tenemos en el nuestro. Entonces cuando nos ejercitamos en las disciplinas espirituales de la oración y el ayuno nos volvemos conscientes de nuestros pecados. Por eso Dios le pidió a su pueblo que se arrepintiera en un ayuno congregacional, Joel 2:12. Pero tengamos cuidado. El ayuno no perdona nuestros pecados. El único que hace eso es Dios cuando nosotros nos arrepentimos. Pero el ayuno nos ayuda a reconocer nuestros errores para luego confesarlos. ¿Lo ves? El ayuno es el remedio bíblico para terminar con la tiranía del pecado en nuestra vida. Eso es muy revelador. Los ayunos y las oraciones no se hacen para cambiar a Dios pues Él nunca cambia, Santiago 1:17. Oramos y ayunamos para que Dios nos muestre lo que está mal en nuestra vida y de eso modo cambiarlo. Si no cambiamos Dios no podrá bendecirnos. Si queremos que nuestra realidad cambie debemos arreglar las cuentas pendientes. Si la bendición no llega aun no es porque Dios no lo quiera sino porque nosotros se lo estamos impidiendo por medio de nuestro pecado. Quita el pecado de en medio de tu relación con Dios y su bendición llegará. Recuérdalo siempre: ¡donde hay arrepentimiento hay bendición!