Cómo escuchar la voz de Dios 9/5/2021 #1143
Episode 146, May 10, 2021, 11:15 AM
Pastor José Luis Cinalli
9/5/2021
9/5/2021
Cómo escuchar la voz de Dios
“Cuando ores, hazlo a solas, a puerta cerrada; y tu Padre… te recompensará”, Mateo 6:6 (NT-BAD).
Existen dos maneras bíblicas para orar: a solas en el lugar secreto o, junto a otros creyentes en el aposento alto. Una no sustituye la otra y ambas producen bendiciones extraordinarias. Veamos ahora la oración secreta. El Señor ha sido muy claro en este punto. Él dijo que debemos orar a solas y con la puerta cerrada. Ahora bien, si alguien vive solo o queda solo a la hora de la oración, ¿qué sentido tiene cerrar la puerta? La orden es entendible para quienes conviven con otras personas, pero no para quienes están solos. Sin embargo el Señor dijo ‘puerta cerrada’ para todos. Esto significa que existe una puerta cerrada que impide las distracciones externas y otra que impide las distracciones internas. Aunque parezca mentira es más fácil encontrar un lugar solitario para orar que cerrar la puerta a las distracciones internas. Con frecuencia las personas se esconden detrás de las actividades cotidianas para huir de la confusión que reina en sus corazones. Están ‘distraídas’ todo el tiempo para no enfrentarse a viejos problemas sin resolver. Se resisten a los retiros por es allí donde descubren cuán caóticas e indisciplinas son sus mentes. Haz la prueba. Retírate a un lugar solitario sin celular y sin Internet. Probablemente te resulte difícil estar solo, sin alguien con quien hablar, sin un libro para leer, sin televisión que mirar o llamadas telefónicas para hacer. ¿Qué harás cuando las dudas internas, las ansiedades, miedos, malos recuerdos, sentimientos de enojo y deseos impulsivos te salgan al encuentro? ¿Cuánto tiempo te llevará ceder a la tentación de volver a la actividad?
¡Cerrar la puerta a las distracciones internas es indispensable para encontrarse con Dios! ¿Por qué? Porque para ser íntimos con Dios debemos ir al lugar donde Él está. ¿En el cielo? No. En nuestro corazón: “… El cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo… y… el Espíritu Santo lo habita…”, 1ª Corintios 6:19 (NT-BAD). Pero no es nada fácil llegar al propio corazón. Hay que estar quietos para eso. Quietos por fuera y quietos por dentro. Y eso es un verdadero desafío. Mira a tu alrededor. Las personas trabajan con música y hacen deportes con el auricular en el oído. En vacaciones, se despiertan y ponen música. Nunca permanecen en silencio. Y los creyentes no somos diferentes. Preferimos el bullicio, el ruido, la actividad o el servicio externo. Nuestro corazón agitado e impaciente nos impide disfrutar de la verdadera comunión con Dios. Debemos tranquilizar el espíritu; calmar el ser interior. Cerrarle la puerta a las distracciones internas. La disciplina espiritual de la soledad es una herramienta poderosa para desarrollar una vida de oración. Cuando Dios nos visitó lo primero que nos pidió fue que nos quedarámos quietos: “Quédate quieto en la presencia del SEÑOR, y espera con paciencia a que él actúe”, Salmo 37:7 (NTV). “En descanso y en reposo serán salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza…”, Isaías 30:15 (NVP). David dijo: “Espero en silencio delante de Dios, porque de él proviene mi victoria”, Salmo 62:1 (NTV). ¡En el confuso laberinto de la vida el silencio es el pasaje secreto a la verdadera intimidad con Dios!
Dios nos pide estar quietos. ¿Por qué? Porque Él se revela en el “suave susurro”, 1º Reyes 19:12. Jesús practicaba la presencia de Dios en quietud: “Antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar”, Marcos 1:35 (NTV). El silencio es un gran desafío pero trae grandes recompensas. Debemos evitar las distracciones externas, pero también las internas. Debemos escoger un lugar tranquilo para orar, pero también silenciar las voces y pensamientos internos que pujan por nuestra atención. Uno de los enemigos de la comunión con Dios es una mente ocupada con otras cosas. La mente es una bestia testaruda que no se somete sin pelear. Es difícil escuchar la voz de Dios cuando estamos escuchando permanentemente nuestros propios pensamientos. Pero cuidado porque las distracciones no se van por sí solas. La quietud no llega automáticamente con desearla. Debemos planearlo deliberadamente y llevarlo a cabo con diligencia. He aquí algunos consejos prácticos para ‘cerrar la puerta’ a las distracciones internas:
1) Medita en las Escrituras. La mente tiene una fuerte tendencia a alejarse de Dios. Hay que traerla de regreso al lugar secreto. ¿Cómo? Meditando en las Escrituras. Una vez que sintamos la presencia de Dios el contenido de las Escrituras ya no tiene mayor importancia. Las Escrituras cumplieron su propósito de silenciar nuestra mente llevándonos a Cristo. Entiéndase bien. Leer, meditar y estudiar la Biblia son de mucha utilidad si nos conducen a la comunión con Dios. Jesús criticó a los ‘teólogos’ de su época porque estudiaban los escritos bíblicos pero rechazaban su amistad: “Ustedes estudian las Escrituras a fondo porque piensan que ellas les dan vida eterna. ¡Pero las Escrituras me señalan a mí! Sin embargo, ustedes se niegan a venir a mí para recibir esa vida”, Juan 5:39-40 (NTV). Pensemos en Jesús y en cómo se deshizo de los pensamientos basuras que el diablo sembraba en su mente. La Biblia dice que el diablo se le presentó en el desierto. Pero eso no significa que haya sido visiblemente. Con toda seguridad tentó a Jesús como lo hace con nosotros: en la mente. ¿Y qué recursos utilizó el Señor para cerrar la puerta a las distracciones internas? La Palabra de Dios combinada, por supuesto, con el ayuno y la oración. No se puede ganar la batalla de la mente de otra manera.
2) Lleva los pensamientos a Dios. La mente es indisciplinada. Está acostumbrada a vagar por el mundo sin rendir cuentas a nadie. Por eso cuando se desenfrene con pensamientos ajenos a la presencia de Dios no trates de resistirlos. Al contrario “lleva cautivo todo pensamiento… a Cristo”, 2ª Corintios 10:5 (NVI). Si reprendes un pensamiento rápidamente llegará otro, y luego otro y estarás ocupado todo el tiempo reprendiendo pensamientos. En lugar de eso llévalos a Dios. La guerra en la mente no se gana enfocándonos en el diablo sino en Dios. Esto no significa que tengamos que ignorar al diablo pero lo derrotamos cuando nos ocupamos de Dios porque Jesús es la respuesta y el antídoto contra el diablo. ¡Cuando nos enfocamos en Jesús vencemos a Satanás!
3) Anota las cosas pendientes. Lleva un cuadernito a tus tiempos de oración. Cuando la mente te recuerde algún pendiente anótalo rápidamente y vuelve a la oración.
4) Limpia tu corazón. En el viaje a la comunión con Dios el Espíritu Santo te recordará cosas que hiciste mal, pero no para llenarte de culpa y remordimiento sino para hacerte libre por medio del arrepentimiento. Además, te recordará viejas heridas y ofensas sin sanar para que perdones a quienes se hayan equivocado contigo. Ten presente lo que dijo el Señor: “Si perdonas a los que pecan contra ti, tu Padre… te perdonará… Pero, si te niegas a perdonar… tu Padre no perdonará tus pecados”, Mateo 6:14-15 (NTV). Perdonar es una decisión que se hace sin la aprobación del corazón. Perdona aunque no lo sientas y además ora por esa persona. Ora y bendícela sinceramente y verás que después de un tiempo ese sentimiento perturbador desaparece de ti. ¡El perdón le hace bien al que lo ofrece! Algo más. Según Jesús nuestras oraciones podrían no ser contestadas si no perdonamos: “… Oren por cualquier cosa, y si creen, la recibirán… Pero cuando oren, perdonen a los que les hayan hecho algo, para que el Padre… les perdone a ustedes sus pecados…”, Marcos 11:24-25 (NT-BAD). Existen dos condiciones para que nuestras oraciones sean contestadas: fe y perdón. Quiere decir que el estorbo a la bendición siempre está en nosotros. La falta de fe y de perdón son las razones por las que nuestras oraciones no reciben respuesta. Muchas personas no quieren perdonar y guardan resentimiento en sus corazones. Es posible que sigan siendo hijos de Dios, pero la comunión con Su Padre Celestial está deteriorada. ¿Eres de ‘hacer la cruz’ a quienes te ofendieron? Pídele al Espíritu Santo que te guíe al arrepentimiento porque la falta de perdón es un dique que detiene el río de la bendición de Dios para tu vida.
5) Acepta la idea de que el tiempo con Dios no es tiempo perdido. Esperar a Dios no es pérdida de tiempo. ¡Es tiempo ganado! Es una inversión que trae enormes bendiciones. No te desanimes si al principio ves pocos resultados. Ten presente que los pensamientos siempre anduvieron sueltos por tu mente, entrando y saliendo sin control. Es como aquel hombre que después de muchos años de vivir con las puertas abiertas de repente decide cerrarlas. Los visitantes que antes entraban comienzan a golpear su puerta, preguntando por qué no se les permite entrar. Gradualmente dejarán de venir cuando se den cuenta de que no son bienvenidos. Lo mismo sucederá en tu mente. Cuando decidas cerrar la puerta a las distracciones internas los pensamientos que antes vagaban sin control se presentarán a las puertas queriendo entrar. Pero, con el tiempo, al recibir cada vez menos atención se retirarán lentamente. El esfuerzo vale la pena. ¡La comunión con el mismísimo Dios será tu recompensa!