No arruines el llamado de Dios por una mala decisión 21/11/2021 #1171

Episode 182,   Nov 21, 2021, 08:20 PM

Pastor José Luis Cinalli
21/11/2021
No arruines el llamado de Dios por una mala decisión

“No se engañen… nadie puede hacerle trampa a Dios. Uno cosecha lo que siembra, Gálatas 6:7 (PDT).

El principio espiritual de siembra y cosecha funciona. Jacob, el que había engañado a su padre cambiándose de ropas ahora es engañado por su suegro, quien le cambia la hija para que sea su esposa, Génesis 29. El engañador fue engañado. Recordemos la historia. A la mañana siguiente de la boda, cuando Jacob advirtió que la mujer con la que se casó no es la que él quería se puso furioso y le dijo a Labán: “… ¡He trabajado siete años por Raquel! ¿Por qué me has engañado?”, Génesis 29:25 (NTV). El que sembró engaño cosechó engaño. Acaso, ¿no sabía Jacob que la embustera maniobra del pasado le estaba produciendo una mala cosecha? La Biblia es muy clara: “Así como hiciste con otros, te será hecho a ti. Tus malas acciones recaerán sobre tu cabeza, Abdías 1:15 (PDT). “… Dios los tratará… como ustedes traten a los demás”, Mateo 7:2 (PDT). Al igual que Jacob muchas personas creen que podrán evadir las consecuencias de sus malas acciones. Demasiado tarde aprenden que siempre se cosecha lo que se siembra: “Si el justo recibe su recompensa aquí en la tierra, con mucha más razón el perverso y el pecador”, Proverbios 11:31 (PDT).  

Sigamos los pasos de Jacob. Después que engañó a su padre para quedarse con la bendición de su hermano huyó a Padán-Haran. En el camino tuvo su famoso sueño de la escalera apoyada en el cielo. Al final llegó a la casa de su tío Labán, el hermano de su madre Rebeca, Génesis 29:10. Rápidamente quedó flechado por la belleza de Raquel. ¿Tuvo Dios algo que ver con esa elección? ¿Era realmente Raquel la escogida de Dios para Jacob? No existe evidencia bíblica. ¿Y por qué no? Porque Jacob nunca consultó a Dios. ¿Y por qué no consultó? Nadie sabe. Consejo sabio no le faltaba. Debió haber escuchado desde pequeño la romántica historia de amor de sus padres y de cómo Dios los había guiado a ese encuentro. ¿Te acuerdas? Abraham le hizo jurar a su siervo que no casaría a su hijo con ninguna mujer que no sea temerosa de Dios, Génesis 24:3-4. Entonces Eliezer salió con la misión de encontrar esposa para Isaac pero no sin la dirección de Dios: “El Señor te va a mandar un ángel para que tú puedas elegir allá una esposa para mi hijo”, Génesis 24:7 (PDT). Abraham confió en Dios la elección de la pareja para su hijo y su siervo hizo lo mismo, Génesis 24:12-15. Aun el mismo Isaac dejó en manos de Dios tamaña responsabilidad. Todos confiaron en Dios. Nada podía salir mal. ¡Y nada salió mal! Isaac pronto encontró la mujer de su vida, Génesis 24:48. La historia de Jacob es muy diferente. Nadie ora y nadie confía en Dios para la elección de su esposa. Jacob hizo lo que hace la mayoría de la gente hoy en día: eligió según los atributos físicos. Eligió a Raquel porque “… era linda y tenía un cuerpo hermoso”, Génesis 29:17 (PDT). Raquel era linda solo por fuera. Por dentro estaba llena de envidia, Génesis 30:1. Además era mentirosa (Génesis 31:35), ladrona y engañadora, Génesis 31:19. La evidencia escritural y la experiencia ministerial nos aseguran que es imposible que dos personas muy diferentes estén juntas. A menudo te encuentras con parejas en la que uno de ellos se victimiza despotricando sin parar por el pésimo cónyuge que tiene. Pero para sorpresa de propios y extraños no solo vive con él sino que lo apoya en todas sus incoherencias, caprichos y decisiones pecaminosas. La verdad es que no son nada diferentes a como quieren hacernos creer.  

Jacob engañó a su padre haciéndose pasar por su hermano Esaú, Raquel engañó a su padre robándole sus ídolos (Génesis 31:19) y luego le mintió a su esposo ocultándole el hecho: “Jacob no sabía que Raquel se había robado los dioses de Labán”, Génesis 31:32 (PDT). Jacob y Raquel eran tramposos y sin vida espiritual. Jacob eligió a su esposa sin consultar a Dios. Por su parte Raquel estaba interesada solo en las riquezas de su prometido. ¿Cómo lo sabemos? Porque cuando huye de su casa se lleva los ídolos de su familia. En aquel entonces se creía que los terafines o ídolos familiares garantizaban la prosperidad económica. El Dios de Jacob no representaba nada para ella. Imagínate el cuadro. Jacob llega a la casa de Labán pocos días después de haberse encontrado con Dios. Debe haber hablado del Dios que acaba de conocer a todo el mundo. Pero no todos reaccionaron de la misma manera. Raquel no mostró ningún interés. La buena noticia que Jacob le traía despertó apatía y un largo bostezo en la cara bonita de su prometida, pero admiración e interés en la su hermana Lea. Esto sucede a menudo. Tocas la puerta de una casa, te presentas amablemente a la persona que te atiende, le dices que estás regalando el secreto de la eterna felicidad y la persona te saca a los escobazos despotricando improperios a los cuatro vientos. Pero tocas la puerta de al lado y la persona reacciona como si fueras un ángel del cielo enviado a visitarla. Se siente tan agradecida por el regalo que le das que te ofrece el único salmón rosado que acaba de pescar, como nos pasó en Ushuaia. Para algunos la Palabra de Dios es un tesoro; para otros, es basura. Cuando Pablo confrontó al gobernador Galión con el evangelio, él dijo: “Yo no quiero meterme en esos asuntos”, Hechos 18:15 (DHH). La reacción del gobernador Félix fue diferente: “… Vete; en otra ocasión te llamaré”, Hechos 24:25 (BDA2010). Por su parte Porcio Festo “… dijo con voz fuerte: -¡Estás loco, Pablo! Te volviste loco de tanto estudiar”, Hechos 26:24 (PDT). Finalmente el rey Agripa expresó: “… Por poco me persuades a ser cristiano”, Hechos 26:28. ¿Qué reacción produjo en Raquel la gran noticia que Jacob le contaba? Un largo bostezo. En cambio, en Lea despertó gran interés. El Dios de Jacob fue un tesoro invaluable para ella. ¿Cómo lo sabemos? Porque la Biblia dice que Dios respondió sus oraciones, por lo que se infiere que Lea llegó a ser una gran devota de Dios. Su fe hizo que el Señor la tuviera en cuenta en la línea genealógica del Mesías. Lea fue la primera esposa de Jacob y la madre de las tribus de sacerdotes y reyes, es decir, de Leví y Judá, el antepasado de David y de Jesús, Génesis 29:35 y Mateo 1.

Si Dios no guió a Jacob en la elección de la pareja, ¿quién lo hizo? No es descabellado pensar que el diablo tuvo algo que ver en el asunto. No hace falta ser un teólogo para saber que Jacob fue influenciado por un ‘amiguito invisible’ para tomar una decisión que puso en riesgo los propósitos divinos. El diablo no pierde oportunidades de trabajo. Cuando ve a un creyente dubitativo sabe que tiene trabajo en puerta. Se convierte en su compañero de viaje. Le hace compañía, le habla y acaricia su ego. El diablo es un buen conversador. Su negocio es vender ideas, pero a los cristianos se las regala. Mina nuestros pensamientos con ideas ‘brillantes’ que parecen venidas directamente del cielo ya que “… aparenta ser mensajero de luz”, 2ª Corintios 11:14 (NT Pesh Esp). Él diablo “se dedica a engañar a todo el mundo…”, Apocalipsis 12:9 (TLA). ¿Quién sembró en el corazón de Jacob la idea de que debía ofrecerse como siervo a su tío para comprar el derecho de casarse con su hija? Jacob, el escogido de Dios para continuar con la descendencia de Abraham, se ofrece como esclavo para trabajar gratis durante siete años. Es cierto que Jacob no tenía dinero para pagar la dote de Raquel. En aquel tiempo era costumbre que el novio retribuyera económicamente la fuerza laboral que la familia perdía. Jacob no contaba con ese dinero, pero sus padres sí. Isaac y Rebeca hubieran ‘girado’ gustosamente el dinero ya que ellos mismos lo enviaron a buscar esposa. Pero Jacob era orgulloso como para aceptar esa oferta. Había sido convencido de que debía ser digno del amor de Raquel. Hasta el propio Labán debe haberse sorprendido por la inocente propuesta de su sobrino. Pero aceptó la oferta. Jacob se convirtió en su siervo y finalmente trabajó para él durante 20 años. Su decisión relegó del plan de Dios por mucho tiempo.

¿No es eso lo que el diablo hace con nosotros? Atrae nuestra atención a cosas de esta vida para alejarnos de Dios y sus propósitos. Alguna de esas cosas no son buenas pero muchas sí, como el estudio, el trabajo o incluso el interés por encontrar una pareja. Jacob quedó ‘atontado’ por la belleza de Raquel y quedó relegado de la misión divina. ¿Qué cosas nos ‘atontan’? Piensa en aquellas cosas que despiertan una pasión especial en ti y que han detenido tu marcha en el servicio a Dios. ¿Un deporte? ¿Una carrera? ¿Una familia? ¿Un pasatiempo? ¿Un hijo? ¿El negocio? Seguramente has visto a creyentes apasionarse de buenas a primera por causas que parecen justas, nobles y buenas, pero que los alejaron de la comunión y el servicio a Dios. Se han transformados en acérrimos defensores de la causa que pregonan. Ten mucho cuidado con aquellas cosas que llaman tu atención e insumen todas tus energías. Y ten cuidado de atribuirle a Dios ese deseo y esa misión. Estemos en guardia y que Dios nos ayude a no ser engañados ni caer en la tentación. Recuerda de que Jesús nos dejó un modelo de oración en la que nos enseña a pedirle al Padre que “no nos hagas entrar… en tentación” y que nos libre “del maligno”, Lucas 11:2-4 (NT Peshitta; RV 1909; NT-NV).