Hacer algo o guardar silencio 2/1/2022 #1177

Episode 188,   Jan 05, 2022, 12:37 PM

Pastor José Luis Cinalli
2/1/2022
Hacer algo o guardar silencio

“… Un sembrador salió a sembrar… parte de la semilla cayó en el camino… parte cayó entre las piedras… parte… cayó entre espinos… pero otra parte cayó en buena tierra, y dio buena cosecha… Si en verdad tienen oídos, presten mucha atención”, Mateo 13:3-9 (DHH y TLA).  

Jesús está decidido a revelar uno de los principios espirituales más importantes para gozar de una vida bendecida, y le pide a sus seguidores que presten mucha atención. ¿Cuál es ese principio? Que el éxito de la cosecha está determinado por el terreno donde se siembra la semilla. Jesús prometió que el que siembra en “buena tierra” tendrá una “buena cosecha”. Y el apóstol Pablo agregó: “el que siembra mucho, cosecha mucho”, 2ª Corintios 9:6 (PDT). El Señor fue muy claro: el secreto de una buena y gran cosecha no es la semilla sino el lugar donde se la siembra. Si el terreno es fértil la cosecha está asegurada, pero si el terreno es inútil la semilla se pierde porque el terreno estéril neutraliza el potencial de la semilla. La semilla en sí misma tiene vida y capacidad productiva. Tiene todo el potencial para convertirse en una gran cosecha, pero si cae en una tierra mala no habrá cosecha. ¿No estás convencido? Observa a tu alrededor. ¿Has visto cuántas personas con un gran potencial son neutralizadas por las duras circunstancias que tienen que enfrentar? Lo vemos también en las relaciones sentimentales. Es frecuente ver jóvenes temerosos de Dios y consagrados a su causa que de repente se casan y todo ese potencial queda neutralizado por la esterilidad de la persona que eligieron para casarse. Lo ves en las iglesias. Creyentes deseosos de crecer y destinados a producir frutos terminan marchitándose espiritualmente tan solo porque se sembraron en un equipo cuyas personas no quieren crecer. Aprende esta lección: ¡el secreto del éxito depende y mucho de las personas con las que te rodeas! Sean tus amigos, tu pareja o tu socio en el trabajo debes tener mucho cuidado en la elección. ¡Tu futuro depende y mucho de tu círculo íntimo!      

Si elegimos bien el terreno donde sembrar el resultado final será otro. No importa tanto si somos una semilla con capacidad al treinta, al sesenta o al ciento por ciento, la tierra en la que nos sembramos contribuirá a la expresión de nuestro máximo potencial y producirá una cosecha que honre a Dios. No necesitas ser una persona con alguna capacidad especial para dar frutos, lo que necesitas es sembrar lo que tienes y lo que eres en Dios, tal como lo hizo Pedro. ¿Recuerdas qué cosa le entregó Pedro a Jesús? Su herramienta de trabajo: su botecito. Con el correr del tiempo se dio cuenta que Jesús era un tesoro de gran precio y que valía la pena sembrar en Él no solo sus pertenencias sino su propia vida. Y lo hizo. Jesús fue su modelo y también es el nuestro. En el Gólgota sembró su vida en Dios el Padre y se convirtió en el Salvador del mundo. De esa semilla Dios produjo una simiente bendita, una nación santa, una iglesia poderosa y un ejército conquistador. El principio espiritual es muy claro: ¡la magnitud de la cosecha está determinada por el terreno donde sembramos! Y seleccionar ese terreno es nuestra única y entera responsabilidad. Que nadie tenga dudas: ¡el reino de Dios es el mejor terreno para sembrar!  

Dios ha puesto semillas en nuestras manos. El tiempo es una semilla. ¿Qué estamos haciendo con él? Da pena ver a creyentes sembrar todo su tiempo en cosas pasajeras y terrenales. Están demasiados ocupados con sus carreras, profesiones o trabajos como para servir a Dios. Deberían reconsiderar si la fe que dicen tener es verdadera, ya que la Biblia dice: “La fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil’, Santiago 2:17 (NTV). La verdadera fe siempre se demuestra con actos de servicio sacrificial. Pero cuidado, no servimos para que otros nos vean y nos aplaudan. Debemos servir discretamente, sin fanfarrias, anónimamente si es posible y sin esperar nada a cambio. Servimos de esa manera porque ese es el modelo que nos dejó Jesús. Muchas personas desean servir siempre que obtengan algún reconocimiento. A lo largo del ministerio hemos recibido muchas llamadas de ‘creyentes ungidos’ que decían tener una dirección especial de Dios para cantar, predicar o ministrar en nuestra congregación. No hay problema siempre que primero nos ayuden en la tarea de visitar los hospitales, atender a los niños y recorrer los barrios predicando la Palabra de Dios, casa por casa. ¡Cuando seamos suficientemente humildes para servir sin reconocimiento Dios nos dará la plataforma!

Ahora bien, debemos servir a Dios pero con la motivación correcta porque podríamos estar haciendo lo correcto con un corazón torcido como lo hizo el rey Amasias quien “… hizo lo recto ante los ojos de Jehová aunque no de perfecto corazón, 2º Crónicas 25:1-2. Nuestras vidas son evaluadas según nuestras motivaciones. Dios no se fija en las apariencias sino en el corazón, 1º Samuel 16:7. David lo sabía muy bien, por eso le dijo a su hijo Salomón: “Te pido que siempre le sirvas (a Dios) con un corazón puro… porque el Señor siempre mira el corazón…”, 1º Crónicas 28:9 (PDT). No esperemos un homenaje por nuestro servicio. Sirvamos con agrado y dejemos que Dios maneje los honores. Un sacrificio hecho para ganarse el aplauso de la gente se hace polvo y no sirve para nada. Pero un sacrificio hecho para Cristo, gana el aplauso del cielo. Al diablo le gusta susurrarnos al oído: “no estás obteniendo suficiente reconocimiento”, “la iglesia no aprecia lo que estás haciendo”, “tú puedes hacerlo mucho mejor que la persona que eligieron. Mereces un ascenso”. No te dejes engañar. No intentes ser alguien a los ojos de la gente porque ya eres alguien a los ojos de Dios. Esta es la regla de oro: ¡amemos porque Dios nos amó primero, perdonemos porque Dios nos perdonó primero y sirvamos por que Dios nos sirvió primero!  

Otra semilla que Dios depositó en nuestras manos es su evangelio. Y nos lo dio para que lo compartiéramos con otros: “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos, Marcos 16:15 (NTV). Representar al Rey de reyes es un privilegio inefable. Reconciliar a las personas con Dios es nuestro más alto llamado y responsabilidad. Dios pudo haberle dado ese privilegio a los ángeles pero nos eligió a nosotros. En Lucas 15 Jesús cuenta la historia de una mujer y un pastor que encontraron respectivamente la moneda y la oveja que habían perdido. Estaban tan felices que hicieron una fiesta. En el cielo pasa lo mismo: “¡Hay… alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios…!”, Lucas 15:7 (NTV). Cuando hacemos que una persona se reconcilie con Dios todo el mundo está feliz: el arrepentido, el que le presenta el evangelio y sobre todo el Señor. ¡El método bíblico para ser feliz y hacer feliz a Dios es traer ovejas a Su redil! La razón por la que hoy en día existe tan poco gozo entre los creyentes es la desobediencia en cumplir la gran comisión. No predicamos a los perdidos. ¿Y por qué no predicamos? Porque no los amamos. ¿Y por qué no los amamos? Porque no amamos al Señor. Jesús dijo: “Si… me aman, obedecerán mis mandamientos”, Juan 14:15 (DHH). La indiferencia por las ovejas perdidas es una clara evidencia de nuestra debilitada relación de amor con Dios. No se puede amar lo que Dios ama sin amar a Dios primero. Y no podemos amar a Dios si no lo conocemos. Y no lo conocemos porque no pasamos tiempo a solas con Él. ¿Lo ves? ¡El verdadero gozo comienza en el lugar secreto!

Somos testigos de esta gran vedad. Hemos convivido con quienes viajaron a los cuatro puntos cardinales de nuestro país. Caminantes de todas las edades, haciendo grandes ajustes para responder positivamente al llamado de Dios. De sol a sol, y con temperaturas extremas. Viviendo muchas veces solo con lo mínimo. Ya sea en la altura del Angosto o en el frío de Tierra del Fuego; sea en la lluvia de Bernardo de Irigoyen o bajo la persistente nieve en Ushuaia ellos no desistieron. Incluso pagaron para sembrar la semilla del evangelio. Siempre gozosos, siempre sonrientes y siempre con una buena disposición. ¿De dónde provenía esa felicidad? ¡De compartir la Palabra! El gozo experimentado no era fingido, era real y solo Dios lo produce en quienes le obedecen sembrando la semilla del evangelio. ¿No quisieras experimentar lo mismo? Estás a tiempo todavía. La invitación permanece vigente y la aventura continúa. Sigamos el modelo bíblico para hacer feliz a Dios y a cambio seremos nosotros también felices. 

De cara al año que comienza tenemos un desafío: abandonar el cristianismo light donde la comodidad y la reputación lo es todo. Sigamos a Jesús aunque no nos haga ni ricos ni famosos. Decidamos amarlo, obedecerlo y servirlo sin esperar nada más que la alegría de Dios. Sigamos el ejemplo de Pablo, Pedro y los demás apóstoles. Sigamos el ejemplo de aquellos que tuvieron en alta estima un tesoro mucho más valioso que las posesiones, posiciones y la popularidad: la honra de Dios. Sembremos nuestro tiempo, dinero, posesiones, dones y carrera en Dios. Sembremos nuestra vida esperando que Dios sea glorificado, su iglesia sea edificada y su reino sea extendido. Vivamos para Dios y hagamos que otros también lo hagan. Vayamos por una vida de intimidad y servicio a Dios.