Reconcíliate con Dios y te sucederán cosas buenas 1/5/2022 #1194

Episode 205,   May 01, 2022, 11:30 PM

Pastor José Luis Cinalli
1/5/2022
Reconcíliate con Dios y te sucederán cosas buenas

“… La mujer vio que el árbol era bueno para comer… y comió. Y… su esposo… comió igual que ella. Entonces… oyeron el andar de Dios… que se paseaba por el huerto… y… se escondieron… para huir de la presencia del… Señor. Mas Jehová… llamó al hombre, y le dijo: “¿Dónde estás…?”, Génesis 3:6-9 (NRV1990 y RV).

¿Qué hizo Dios después que Adán y Eva pecaron? Descendió del cielo y preguntó: “¿Dónde estás tú?”, Génesis 3:9. La pregunta revela que el hombre se había perdido y que Dios venía a buscarlo. El poder del pecado destruyó la relación del hombre con Dios, pero la gracia divina acudía para restablecerla. En la creación Dios se reveló como Creador, pero después de la caída como Salvador: “Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino… y murió por nosotros, pecadores”, Romanos 5:6 (NTV). ¡Qué compasión! ¡Qué infinita misericordia! Dios demostró su poder cuando del polvo creó al ser humano, pero demostró su gracia cuando vino a salvarlo en su estado de perdición: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19:10. Observa las palabras “buscar” y “salvar”. En otras palabras, Dios tenía la intención de perdonar y retomar la amistad con el hombre. El eterno e infinito Dios tomó la iniciativa para restablecer la comunión con su criatura. Y, ¿qué le costó? ¡La muerte de su hijo!  “Dios nos demostró su amor enviando a su único Hijo… para darnos vida eterna por medio de su muerte. Eso sí es amor verdadero…”, 1ª Juan 4:9-10 (NT-BAD). ¿Valemos tanto para que Dios hiciera eso? Evidentemente sí.

Y, ¿cuánto valemos para Dios? Leamos detenidamente este versículo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, Juan 3:16. Nota las palabras “amar”, “mundo”, “dio”, “a su Hijo”. Ahora asocia este versículo con aquel que dice: “Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto, 1ª Corintios 6:20 (TLA). Dios nos compró pagando un precio demasiado caro. ¿Cuál fue ese precio? La vida de su hijo Jesucristo: “Has sido comprado por Cristo y a Cristo perteneces…”, 1ª Corintios 7:23 (NT-BAD). Somos propiedad de Dios. Para ser dueño de algo la persona paga un precio. Cuánto más cara es la cosa a comprar, más valor tiene. Dios compró nuestra vida pagando con la vida de su propio hijo y, el Señor Jesucristo compró la iglesia con el precio de su propia sangre: “Deben estar conscientes que el rescate pagado para librarlos… fue la preciosa sangre de Cristo…”, 1ª Pedro 1:18-19 (Kadosh y NTV).

Vuelve a leer Juan 3:16. ¡Dios estima al ser humano de la misma manera que a su hijo Jesucristo! Si para Dios hubiéramos valido un centavo menos que Jesús, el Padre nunca lo hubiera entregado, ¡porque Dios nunca hace negocios que no le convengan! Una mala compra se da cuando uno entrega algo de mayor valor que lo que compra. ¿Ves lo importante que somos para el Padre? Jesús dijo: “… Tú los amaste tanto como me has amado a mí, Juan 17:23 (NT-BAD). ¿Escuchaste eso? ¡Jesús declara que el Padre nos ama tanto como lo ama a Él! ¿Te das cuenta de nuestro verdadero valor? ¿Ves por qué quiere tener comunión con nosotros? Dios entregó a su hijo por toda la humanidad, pero lo hubiera hecho por cada uno de nosotros solamente. La gente recuerda el incidente en el que Jesús echó fuera una legión de demonios, pero soslaya el hecho de que Jesús estaba exhausto por haber predicado todo ese día, además de enfrentarse a una tremenda tempestad en medio del mar embravecido. Un día agotador de trabajo y una noche en vela tratando de sortear una fuerte tormenta para encontrarse “simplemente” con un hombre completamente loco y enajenado. ¡Hizo todo aquello solo por un hombre! No es sorprendente entonces que los ángeles cantaran celebrando la noche en que Jesús nació.

Somos para Dios su más preciado tesoro. Pagó por nosotros lo que nadie hubiera pagado. ¿Qué hemos hecho para que Dios nos ame así? ¡Nada, absolutamente nada! No merecemos su amor porque cuando todavía éramos pecadores perdidos y decrépitos enemigos, Él nos buscó. Vio en nosotros lo que solo su amor podría ver. Él vio tesoro en medio de corrupción, pecado y perversión. Compró como precioso lo que muchos consideraban de poco valor o incluso sin valor. Vio más allá de nuestro estado y miró algo que solo su gracia podía ver. Después de semejante prueba de amor, ¿por qué una persona querría volver al lugar de desgracia y esclavitud de donde Dios lo rescató? Después de tal acto de sacrificio para rescatarnos de la muerte es lógico que Dios espere que ahora vivamos para Él: “... Comprados… por Dios y por el Cordero… para ser… dedicados a Dios y al Cordero en calidad de ofrenda santa, Apocalipsis 14:2 (PDT y CAS).

Motivado por el deseo de estar cada vez más cerca del objeto de su amor Dios ha cambiado de domicilio varias veces. Cuando llamó a Israel lo hizo desde el cielo (Éxodo 20:22) pero luego les habló desde el monte (Éxodo 19) y finalmente desde el tabernáculo, Éxodo 25:8. Su último cambio de domicilio tuvo lugar en Pentecostés y ahora Dios está en nosotros, 2ª Corintios 6:16 (TLA). Semejante privilegio nunca ha sido valorado. ¿No lo crees? Vivimos escondiéndonos y huyendo de Dios. No queremos a Dios y mucho menos cerca. ¿Pero alguien cree que semejante acto de beligerancia quedará impune? Nadie puede burlarse de Dios sin sufrir las consecuencias. Hay dos lugares donde Dios y el hombre tendrán que verse las caras: en el terreno de la gracia o en el del juicio. El que no quiera aceptar la invitación de tener a Dios como rey aquí en la tierra, lo tendrá como Juez allá en el cielo. El que no quiera su gracia tendrá que aceptar su juicio: “... Cuando el Señor Jesús venga... castigará… a los que se niegan a aceptar el plan que se les ofrece a través de nuestro Señor Jesucristo. Estos sufrirán la pena del infierno eterno, alejados para siempre de la presencia del Señor...”, 2ª Tesalonicenses 1:7-9 (NT-BAD).

Volvamos al Edén. Adán y Eva eran amigos de Dios. Ni bien oían al Señor caminar por el huerto en el crepúsculo de la tarde se acercaban para charlar con Él. Pero después de comer del fruto prohibido, oír a Dios no les resultaba un sonido agradable y empezaron a jugar a las escondidas con Él. Lo veían en el jardín y huían. Dios quiso restablecer la amistad, pero ellos no quisieron y tampoco nosotros queremos. ¿Por qué no? ¿Qué mal nos hizo para que no queramos estar con Él? ¡Dios nos invita a salir de nuestros escondites y empezar a caminar a su lado, en el jardín del amor!

Dios buscó al hombre y sigue haciéndolo. Buscó a Adán, pero también sigue intentándolo con nosotros. Ahora bien, cuando la relación con Dios se rompe, Dios mismo toma la iniciativa para atraernos nuevamente a su presencia. “Ustedes no me escogieron a mí. ¡Yo los escogí a ustedes!”, Juan 15:16 (NT-BAD). “Lo atraje con cuerdas de ternura, lo atraje con lazos de amor”, Oseas 11:4 (BAD). Hay veces que una sola mirada suya puede bastar para llevarnos al arrepentimiento, como sucedió con Pedro, Lucas 22:61. Otras veces apela a nuestra conciencia o nos hace preguntas y hasta es posible que nos hable con ‘mano fuerte’, es decir, a través de circunstancias difíciles. Y si con todo eso no reaccionamos; entonces es posible que saque a la luz nuestra desobediencia como lo hizo con David enviándole al profeta Natán. Dios empleará cualquier recurso para que nos volvamos de nuestros malos caminos y recuperemos la comunión. En ese punto pueden pasar dos cosas: que reconozcamos nuestro pecado, lo confesemos y nos arrepintamos como lo hizo David o endurezcamos nuestro corazón como lo hizo Saúl. El Salmo 81 refleja la tristeza del corazón de Dios cuando no queremos escucharlo: “Escúchame, pueblo mío… si tan solo me escucharas”, versículo 8 (NTV). Dios pide que su pueblo lo escuche: “Pero no, mi pueblo no quiso escuchar… no quiso que estuviera cerca”, Salmo 81:11 (NTV). Y la consecuencia de no escucharlo se halla en el versículo siguiente: “Así que dejé que siguiera sus tercos deseos, y que viviera según sus propias ideas”, Salmos 81:12. ¿Sabes lo que eso significa? Dios se vio obligado a dejar a su pueblo a su propio parecer, que caminaran sus propios caminos. En otras palabras: “hagan lo que quieran”. Si el pueblo lo hubiera escuchado Dios los hubiera bendecido con su Presencia y con su favor. No existe peor cosa que Dios deje que caminemos a nuestro gusto, yendo camino al infierno en compañía de Satanás. ¡Vuelve en sí y regresa a Dios! No importa dónde te encuentres, ¡vuelve a casa! El Padre te espera con los brazos abiertos sin reproches y sin condenación. Ninguna otra decisión podría ser mejor.