Quítale el poder a tu miedo 20/11/2022 #1223

Episode 242,   Nov 20, 2022, 08:27 PM

Pastor José Luis Cinalli
20/11/2022
Quítale el poder a tu miedo

“En la batalla… sobre todo… precisarán… el escudo de la fe, para detener… y apagar todos los dardos de fuego que arroja Satanás, Efesios 6:16 (NT-BAD, RV60).

Las flechas incendiadas que el diablo dispara contra los hijos de Dios se basan prácticamente en dos tentaciones: las agradables a nuestra naturaleza carnal y las del temor. Si una no le da resultado, arroja la otra. ¿Con qué tentación hizo caer a David? ¡Con la del placer carnal! La esposa de su mejor soldado prometía la delicia que ninguna otra mujer de su harén le proporcionaba. La chispa de la tentación pronto hizo arder su corazón de lujuria. David debió haber apagado ese dardo lujurioso del adulterio antes de que se clavara en su corazón. Es por medio de la fe que se “apagan fuegos impetuosos”, Hebreos 11:34. Pero en ese momento David tenía una fe muy débil. El diablo lo había estado vigilando. Lo había visto distraído y ocioso en sus deberes espirituales. Entonces, el dormido David fue velozmente alcanzado por la flecha de la pasión lujuriosa y su relación con Dios quedó destrozada. La vigilancia es esencial para el cristiano. El enemigo patrulla y vela sin descanso. Ante el mínimo descuido, el desastre cae como un rayo. Si nuestra fe está fortalecida difícilmente el diablo podrá hacernos daño, pero si nuestra fe languidece debido a nuestra displicencia en las disciplinas espirituales, sus envenenadas flechas se incrustarán con avidez en nuestro corazón.  

Observa por qué es tan importante no desprenderse nunca del escudo de la fe. De haber estado en guardia David hubiera reconocido que Satanás trataba de engañarlo. Él lo hubiera rechazado diciendo: “Dios ha dicho que el pecado es amargo como hiel y ajenjo. No puedes hacerme creer que recogeré frutos dulces de tus raíces de amargura, ni uvas de tus espinos”. El hombre de fe se aferra a la segura misericordia de Dios y rechaza la excitación efímera de Satanás. Eso fue lo que hizo Moisés cuando huyó de los encantos de la corte egipcia al fuego de la ‘aflicción’ porque los reconocía como “deleites temporales”, Hebreos 11:25. A simple vista parecía un tonto, como también lo es, según el mundo, el que no aprovecha la oportunidad de una vida licenciosa. Pero si vieras a alguien saltar de un barco al océano, al principio lo tomarías por loco, pero luego, si lo ves de pie en la orilla y el barco hundido, sabrías que hizo lo correcto. ¡Salta de la embarcación de la tentación antes de que te hundas en el fuego del infierno!

He aquí algunos consejos para vencer las tentaciones agradables:

1)     Clama con fe. Infórmale a Dios de la gravedad del asunto, tal como lo hace el comandante de un destacamento a su general de lo que ocurre en el campo de batalla. ¡Para recibir la ayuda del cielo tenemos que pedírsela! “… Combaten y guerrean y no tienen, porque no piden, Santiago 4:2 (NT- NV). La victoria siempre viene del cielo, pero se quedará allá hasta que la oración sincera vaya a buscarla. “Cuando el pueblo clame al SEÑOR por ayuda… él… lo rescatará”, Isaías 19:20 (NTV). Los israelitas vivieron esclavizados por más de 400 años, Génesis 15:13. Sin embargo, no fue el sufrimiento el que despertó la ayuda de Dios, sino el clamor. Dios dijo: “… He escuchado sus gritos pidiéndome ayuda… Por eso he venido a librarlos del poder egipcio”, Éxodo 3:7-8 (TLA). ¿Estás en medio de una lluvia de flechas envenenadas? Toca a las puertas del cielo. ¡Dios siempre responde a la oración de aquellos que claman a Él con fe!

2)     Recuérdale a Dios sus promesas. ¡La oración es simplemente una promesa al revés! ¡La Palabra de Dios hecha petición y devuelta a Él con fe! Muéstrale a Dios su propia mano en promesas como las que veremos a continuación: “El pecado ya no gobernará sobre ustedes…”, Romanos 6:14 (PDT). “Perdonará nuestras culpas y arrojará todos nuestros pecados a las oscuras profundidades del mar”, Miqueas 7:19 (PDT). Un hombre bueno cumple su palabra, ¡cuánto más lo hará Dios!

3)     Confía en que Dios te ayudará. Si estás con Dios, entonces espera cosas buenas de Él. “Señor, tú escuchas mi voz cada mañana cuando oro y espero tu respuesta, Salmo 5:3 (PDT). Si no crees ¿por qué oras? Y si crees, ¿por qué no esperas resultados? Al orar parecemos depender de Dios, pero al no esperar nada, volvemos a renunciar a esa confianza y deshacemos nuestra oración. ¿Qué es eso, sino tomar en vano su nombre y jugar con Dios? ¡Toca a las puertas del cielo, pero no te vayas antes de que Dios las abra! “Si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas… Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden...”, Lucas 11:8-9 (NTV). Muchos de los que oran jamás reciben porque jamás perseveran. Solo el fervor y la constancia arrebatan bendiciones. Espera y espera todo el tiempo que sea necesario. Dios responderá a tu petición. Reflexiona en la siguiente declaración: ¿puede Dios? O, Dios puede. 

Ahora veamos el caso de Job. ¿Qué flechas arrojó Satanás para romper su confianza en Dios? ¿Fueron las tentaciones agradables? Sí, pero no le dieron resultado. Entonces abrió su aljaba y envió una lluvia de flechas incendiadas de temor y desconfianza contra Dios. Cuando Satanás tiene que recurrir a los dardos del temor como último recurso para romper nuestra amistad con Dios es señal de que está perdiendo la batalla. No tengas miedo… yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios… te doy fuerzas… te sostengo con mi mano victoriosa”, Isaías 41:10 (DHH). Muchas personas viven literalmente muertas de miedo. Los fantasmas del pasado las persiguen, el futuro las atemoriza, mientras que la incertidumbre del presente las adormece. Viven atormentadas y endemoniadas, acosadas y humilladas, oprimidas y deprimidas, vencidas y derrotadas. ¡Qué fuerza tan destructiva es el miedo! David dijo: “En el día que temo, yo en ti confío”, Salmo 56:3. Otro dardo envenenado que arroja Satanás es la blasfemia. Cuando uno hace, habla o piensa cualquier cosa contra la naturaleza y las obras de Dios con intento de reprocharle algo, es blasfemia. La esposa de Job lo provocó a este pecado: “Maldice a Dios y muérete”, Job 2:9. Al diablo le es fácil arrojarnos dardos ardientes en nuestra mente y avivar pensamientos indignos acerca de Dios. El enemigo despierta pensamientos groseros que se traducen en palabras obscenas como las del rey de Israel: “¡Todo este sufrimiento viene del SEÑOR! ¿Por qué seguiré esperando al SEÑOR?”, 2º Reyes 6:33 (NTV). Los israelitas blasfemaron contra Dios cuando dijeron: “No vale la pena servir a… Dios… ni vale la pena obedecer sus mandamientos”, Malaquías 3:14 (TLA). No alberguemos pensamientos impuros contra el Señor: “Nunca te burles del rey, ni… en tu mente… ni siquiera dentro de tu dormitorio. Pues un pajarito podría transmitir tu mensaje y contarle lo que dijiste”, Eclesiastés 10:20 (NTV). No aceptes ideas equivocadas acerca de Dios. El único informe que debes aceptar acerca de Dios es aquel que proviene de su propia Palabra. ¿Cómo apagó Job el dardo que Satanás le disparó a través de la lengua de su esposa? “Hablas como una mujer necia. ¿Aceptaremos sólo las cosas buenas que vienen de la mano de Dios y nunca lo malo?”. A pesar de todo, Job no dijo nada incorrecto, Job 2:10 (NTV). Job aceptó la misericordia de Dios en medio de la aflicción. No sabía qué le pasaba, pero sabía quién lo acompañaba. ¿Dejaremos que unos pocos problemas presentes se conviertan en una tumba para enterrar la memoria de las misericordias de Dios en el pasado? ¡Lo que Dios nos quita es mucho menos de lo que le debemos, pero lo que nos deja es más de lo que debiera!

La fe tiene buena memoria. Cuando la situación no sea la mejor, en lugar de quejarnos de Dios, recordemos sus bendiciones pasadas. Cuando te sientas tentado a decir: Pobre de mí, el Altísimo ha dejado de mostrar su poder”, Salmo 77:10 (PDT), mejor abre tu boca para expresar: “… Pensaré en todas las obras que has realizado; meditaré en todo eso. Dios mío, tu manera de actuar es sagrada; ¿qué Dios es más grande que tú?”, Salmo 77:12-13 (PDT). Cuando estés en aflicción y Satanás te tiente a maldecir a Dios, como si Él te hubiera olvidado, no lo dejes hablar, más bien repréndelo: “No, Satanás, Dios no me ha olvidado, ni ha olvidado mis aflicciones, yo soy el que ha olvidado sus misericordias pasadas”. Y luego refuerza tu discurso diciendo: “Tengo bien presentes todos mis problemas… pero nunca olvidaré algo que siempre me dará esperanza. El fiel amor del Señor nunca termina; su compasión no tiene fin, cada mañana se renuevan. ¡Inmensa es su fidelidad!... El Señor es todo lo que tengo y necesito; por eso siempre tendré esperanza en él, Lamentaciones 3:20-24 (PDT).