Cómo ser libre de una conciencia perturbada 11/12/2022 #1226

Episode 247,   Dec 11, 2022, 01:20 PM

Pastora Silvia Cinalli 
11/12/2022

Cómo ser libre de una conciencia perturbada

 “… Acerquémonos a Dios… limpios nuestros corazones de mala conciencia…”, Hebreos 10:22 (DHH).

Una cosa es tener paz con Dios y otra es tener paz con nosotros mismos. Si quieres experimentar paz debes primero estar en paz con Dios. ¡Cuidado con querer sanar la conciencia con otra cosa que no sea el óleo refrescante de Cristo! Jesús dijo: Encuentran paz en mí, Juan 16:33 (PDT). Y después dijo: “Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón…”, Juan 14:27 (NTV). El apóstol Pablo dijo: Tenemos paz… por medio de nuestro Señor Jesucristo, Romanos 5:1 (NVI); Efesios 2:14. El que no está en paz con Dios, tampoco lo está con su conciencia. Y no hay peor tormento que una conciencia perturbada. Así como el traje espléndido de un rey no mitiga el dolor de un cuerpo enfermo, ninguna cosa de este mundo alegra la conciencia cuando está aturdida y turbada. Cuando Moisés les dijo a los israelitas que Dios los sacaría de Egipto ellos “no quisieron escucharlo… porque estaban demasiado desalentados…”, Éxodo 6:9 (NTV). Ana subía todos los años a Silo para participar de la fiesta en el tabernáculo del Señor, pero “lloraba y no comía”, 1ª Samuel 1:7. No podía disfrutar porque tenía el corazón afligido, 1ª Samuel 1:8. Así sucede muchas veces. Participamos de los cultos, escuchamos la Palabra de Dios y declaramos sus hermosas promesas, pero no podemos recibir la vida que se nos ofrece porque nuestro corazón están mortificado, angustiado y desconsolado. En otras palabras, ¡no tenemos paz!

Ningún banquete nos satisface cuando estamos abatidos. Un viaje de placer, el encuentro con amigos, una comida especial o la ropa nueva no nos alegra si estamos atribulados. Lo único que queremos es estar solos y llorar. El proverbista dijo: “… ¿Quién soportará al ánimo angustiado?”, Proverbios 18:14. “La congoja en el corazón del hombre lo abate”, Proverbios 12:25. No existe remedio para una persona que tiene la conciencia intranquila, el espíritu roto o el alma acongojada: “Cuando se pierde el ánimo, todo el cuerpo se enferma”, Proverbios 17:22 (TLA). Entonces, ¿qué hacer para recuperar la paz interior? Comienza revisando tu vida espiritual. ¡El pecado atormenta la conciencia! Observa a Saúl. El pecado que no quería abandonar era la única causa de su desequilibrio emocional. Él dijo: “… Estoy muy angustiado… Dios me ha abandonado. Ya no me responde… Y Samuel le dijo: … Dios… es tu enemigo… por haberlo desobedecido…”, 1º Samuel 28:15-17 (BAD, TLA). Saúl estaba en guerra consigo mismo porque estaba en guerra con Dios. Mientras no levantemos la bandera blanca de nuestra rendición, nuestra conciencia no tendrá paz. El pecado es ese Jonás que causa la tormenta. ¡Tíralo por la borda y verás cómo se aquieta el espíritu!

Entonces el que quiera consolar su conciencia atribulada deberá encontrar primero la paz con Dios, y eso solo se logra cuando somos perdonados de nuestros pecados debido a nuestro arrepentimiento. Entonces, y solo entonces nos reconciliamos con nosotros mismos. Jesús le dijo al paralítico: “Ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados, Mateo 9:2. No le dijo: “alégrate, te devuelvo la salud”, aunque por supuesto también lo sanó físicamente. Antes que la sanidad física el hombre necesitaba recobrar la paz interior mediante el perdón de sus pecados. La sanidad física sin esa paz interior le hubiera servido tanto como una flor al que está camino a la ejecución. Jesús sabía que lo único que cambiaría el ánimo de aquel hombre era el perdón de sus pecados. En nada ayudaría al reo camino a la ejecución que alguien le ofreciera una rosa perfumada mientras va camino a la muerte. Lo único que le devolvería la paz sería la noticia de que ha sido indultado. ¿Lo ves? Sin la gracia perdonadora de Dios no podemos tener la verdadera paz en nuestra conciencia.

Nuestra conciencia obtiene la paz una vez que estamos en paz con Dios. Entonces la conciencia juzga el estado espiritual del hombre, sea bueno o malo, esté perdonado o no. Si estamos bien la conciencia nos absuelve y consuela; pero si estamos mal con Dios, la conciencia nos acusa y condena. El que ha sido lavado por la sangre de Cristo es libre para disfrutar el perdón y la comunión con Dios. El pecado que mancha nuestra conciencia se lava aplicando la sangre de Cristo. “… La sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado”, 1ª Juan 1:7. “Cristo… con su sangre nos liberó de nuestros pecados, Apocalipsis 1:5 (PDT). “Su sangre nos purifica, para que estemos seguros de que hemos sido perdonados…”, Hebreos 9:14 (TLA). La sangre de Cristo rociada en la conciencia del pecador habla de perdón y paz: “Entremos directamente a la presencia de Dios… con plena confianza… pues nuestra conciencia culpable ha sido rociada con la sangre de Cristo a fin de purificarnos…”, Hebreos 10:22 (NTV). Entonces una vez que una persona oye a Cristo y se acoge a su gracia por medio de la fe está en paz y ya nadie puede acusarlo. “… ¿Quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros”, Romanos 8:34 (NTV). Y luego dice: “… Nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios. ¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado por medio de nuestro Señor Jesucristo!”, Romanos 8:38-39 (TLA).

Insistimos con este punto. Si no puedes sanar tu conciencia y conciliar la paz interior es porque no estás empleando el remedio adecuado. Y, ¿cuál es ese remedio? ¡La sangre de Cristo! La paz no se logra sin arrepentimiento. Dios otorga la paz, pero lo hace por medio de la confesión y el arrepentimiento. Igual que la sangre del cordero pascual no se aplicaba a las puertas de los egipcios sino a las de los israelitas tampoco se rociará la sangre de Cristo sobre el pecador obstinado que no quiera arrepentirse sino solo sobre el penitente sincero. La sangre no se reserva para el que siga practicando el pecado, eso sería pisotear el sacrificio sacrosanto. Recuerda que David tuvo que confesar su pecado con vergüenza, antes de Natán pudiera consolarlo con noticias del perdón: “David le dijo a Natán: —Reconozco que he pecado contra Dios, y que he hecho lo que a él no le gusta. Natán le contestó: —Por eso mismo Dios te ha perdonado, y no vas a morir”, 2º Samuel 12:13 (TLA).

¿Está tu conciencia en una fosa profunda atormentada por la culpa y afligida por los demonios? ¡No existe consuelo fuera de Dios! La paz y el consuelo verdadero viene cuando quitas el peso de la ira que pesa sobre tu vida. Cuando arreglamos cuentas con Dios, cuando reconocemos por medio de la fe nuestra necesidad de un Salvador, entonces la paz llega. El Espíritu Santo es implantado en nuestro corazón y como Él es “el Espíritu de verdad” (Juan 14:17), si dice que nuestros pecados son perdonados, podemos creerle, Él no nos mentirá ni nos halagará. De no ser así nos lo diría, Él sabe reñir como también consolar.

Ahora bien, algunos profesan creer en Cristo y en su evangelio, pero no tienen paz ni consuelo. De hecho puede que estén más afligidos que los propios inconversos. ¿Cuál es la razón? ¡El pecado volvió a su antigua casa! Los tesoros eternos y la prosperidad espiritual, tal como la paz y la armonía no permanecen en una casa donde Dios ya no sea bienvenido: “Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; y si no, que la paz se vaya…”, Mateo 10:13 (NVI). Dios promete paz: “… El SEÑOR bendice a su pueblo con la paz”, Salmo 29:11 (NVI). Pero después aclara cuál es la condición: “… Él da… paz a su pueblo fiel…”, Salmo 85:8 (NTV). En definitiva, la bendición de la paz se recibe por la fe, pero se conserva por medio de la obediencia. Que la paz y la misericordia de Dios sean con todos los que viven según ese principio…”, Gálatas 6:16 (NTV). ¿A qué principio se refiere? A la obediencia. No basta con que una persona sea una nueva criatura; debe andar según el principio de la obediencia. Es bíblicamente seguro que aquel que nos manda “que se aparten de cualquier hermano que lleve una conducta indisciplinada…” (2ª Tesalonicenses 3:6, DHH), apartará su consuelo de los desobedientes. En cuanto nos apartamos de su santo camino, el Espíritu aparta su consuelo.