Eres la respuesta a tu oración 7/4/2024

Episode 316,   Apr 07, 09:16 PM

Pastor José Luis Cinalli
7/4/2024
Eres la respuesta a tu oración

“¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan unidos… en armonía!”, Salmo 133:1 (BDA2010, RV60). “Jesucristo nos dio este mandamiento: ¡Amen a Dios, y ámense unos a otros!”, 1ª Juan 4:21 (TLA).

¿Estarías dispuesto a ser la respuesta en el cumplimiento de tu propia oración? Una cosa es cierta: ¡no podemos prevalecer delante de Dios en oración si no estamos dispuestos a ser parte de la solución al problema por el que estamos orando! Moisés debió haber ofrecido mil oraciones para que sus hermanos fueran libres de la esclavitud egipcia. Y qué alegría debe haber sentido cuando Dios le dijo: “… He descendido para rescatarlos…”, Éxodo 3:8 (NTV). Sin embargo, la sorpresa debe haber sido muy grande cuando Dios agregó: “… Tú irás… te voy a enviar… para que saques de Egipto a mi pueblo…”, Éxodo 3:10 (PDT). Lo mismo sucedió con los discípulos. “Jesús les dijo… pídanle a Dios que envíe más discípulos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente”, Mateo 9:37-38 (TLA). Y, ¿qué hizo Dios como respuesta a sus oraciones? Los envió a ellos mismos: Yo los envío a ustedes, Juan 20:21 (NTV). “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos”, Marcos 16:15 (NTV).

¿Recuerdas lo qué hizo Nehemías cuando recibió la desalentadora noticia de que los que regresaron de la cautividad estaban “en gran aflicción y oprobio y la muralla de Jerusalén… derribada y sus puertas quemadas a fuego”, Nehemías 1:3 (NBLH)? ¡Intercedió por ellos! “… Durante varios días… ayuné y oré al Dios del cielo, y dije: “Oh SEÑOR… ¡escucha mi oración!... que oro día y noche por tu pueblo Israel…”, Nehemías 1:4-6 (NTV). ¿Y qué sucedió? Nehemías mismo fue la respuesta de Dios a sus propias oraciones. Declinó a la comodidad del palacio y se convirtió en el instrumento divino para la bendición de su pueblo. Él dijo: “¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén y pongamos fin a esta desgracia!”, Nehemías 2:17 (NTV). Nehemías podría haberse excusado diciendo que el problema no era suyo. Hubiera podido acallar la voz de su conciencia diciendo que Jerusalén estaba lejos y que no tenía nada que ver con la desgracia de sus hermanos. Podría haber argumentado que semejante situación era el resultado de sus propios pecados y que a ellos les correspondía buscar una solución. Se podría haber fortalecido en su indiferencia al decir que la cautividad había sido profetizada y que el fin de la desgracia estaba cerca. Pero su actitud fue muy diferente. En primer lugar se identificó con la necesidad de sus hermanos y luego clamó a Dios buscando su liberación. El resultado fue que él mismo coordinó el trabajo de reconstrucción de las murallas en Jerusalén. Nehemías estuvo dispuesto a sacrificarse por el bien de la obra de Dios. Pagó el precio de la bendición y, por ende, se convirtió en el gran avivador.

Nehemías entendió que su influencia en la corte persa había sido planificada por Dios para sus propósitos. No se aprovechó de la bendición recibida para saciar su egoísmo personal sino que la utilizó para dar gloria a Dios. Se presentó ante el rey y le dijo: “… Le ruego que me envíe a… Jerusalén… quisiera poder ayudar a reconstruirla”, Nehemías 2:5 (PDT). Nehemías buscó la paz de Jerusalén (Salmo 122:6), oró por ella y estuvo dispuesto a renunciar a su riqueza, comodidad, seguridad e incluso su vida misma para ser el instrumento de restauración de la desolación en Israel. He aquí un principio espiritual para la bendición: ¡no esperemos que Dios atienda nuestras súplicas y nos tenga en cuenta para sus más elevados propósitos si no estamos dispuestos a ir con Él hasta el final! A lo largo de los años hemos visto a muchas personas orar con fervor y pasión por una necesidad en especial y, finalmente, ser ellos mismos la respuesta a esa oración. En nuestro caso orábamos por el Chaco hasta que Dios nos envió al Chaco. Más tarde tuvimos una fuerte carga por las personas abusadas hasta que Dios nos encargó el ministerio de Restauración. Cuántas personas con un vivo deseo de ayudar a los niños de la calle terminaron fundando escuelas u hogares de niños como respuestas a sus propias oraciones. No ores por una necesidad si tú mismo no estás dispuesto a ser la respuesta de Dios a tu propia oración.

¡Nehemías prevaleció en oración y se convirtió en un poderoso avivador debido a su compromiso con la obra de Dios! Demostró su amor a Dios amando al pueblo de Dios. “Dios… nunca olvidará lo que ustedes han hecho, y siguen haciendo, para ayudar a su pueblo elegido. De esa manera, ustedes también demuestran que aman a Dios, Hebreos 6:10 (TLA). No olvidemos lo explícito que fue Jesús en este punto: “Les exijo… les mando (NBLH)… les ordeno que se amen unos a otros”, Juan 15:17 (NT-BAD, TLA). Y también dijo que el amor fraternal sería la marca que identificaría a sus discípulos: “El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos, Juan 13:35 (NTV). El apóstol Pablo dijo: “Ámense de corazón unos a otros como hermanos y que cada uno aprecie a los otros más que a sí mismo”, Romanos 12:10 (BLPH); Efesios 5:2; 1ª Tesalonicenses 3:12, 4:9. El apóstol Pedro por su parte expresó: Ámense mucho unos a otros, con todo su corazón y con todas sus fuerzas”, 1ª Pedro 1:22 (TLA). Y luego dijo: “Respeten y amen a todos los hermanos de la familia de Dios”, 1ª Pedro 2:17 (PDT); 1ª Pedro 3:8, 4:8. El apóstol Juan no escatimó esfuerzo en resaltar la importancia del amor fraternal. Él dijo: “El que ama a su hermano vive en la luz”, 1ª Juan 2:10 (NTV). Luego agregó: “… El que… no ama a su hermano demuestra no pertenecer a la familia de Dios, 1ª Juan 3:10 (NT-BAD); 4:8. Finalmente fue mucho más contundente: Si amamos a los demás hermanos, hemos sido librados del infierno y hemos obtenido la vida eterna. El que no ama… va rumbo a la muerte eterna, 1ª Juan 3:14 (NT-BAD). El amor fraternal ha sido siempre el sermón más convincente. El hecho de que la Biblia nos ordene amar indica que el amor no es un sentimiento o una preferencia sino una decisión, un compromiso, una manera de comportarse. El amor verdadero busca el bienestar (físico y espiritual) del ser amado. En conclusión: ¡si amor brota desde nosotros hacia nuestros hermanos, entonces podemos estar seguros de que el amor de Dios está en nosotros!

El amor fraternal es la prueba de nuestra filiación divina. Incluso más, la respuesta a nuestras oraciones está condicionada al amor fraternal: “Amados… cualquier cosa que le pidamos la recibiremos, porque obedecemos sus mandamientos. Y su mandamiento es que creamos en Jesucristo y nos amemos unos a otros, 1ª Juan 3:21-23 (NT-BAD). ¿Lo ves? ¡El amor fraternal le da poder a nuestra oración! Ahora bien, el amor se demuestra con acciones: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?... Hijitos, nuestro amor no debe ser solo de palabras, pues el verdadero amor se demuestra con hechos, 1ª Juan 3:17-18 (BAD, PDT). Un acto de benevolencia al hermano necesitado es considerado un acto de amor a Dios: “… Cada vez que ustedes hicieron algo por mis hermanos más humildes, también lo hicieron por mí”, Mateo 25:40 (PDT). Y luego dijo: “Cada vez que se negaron a ayudar a uno de mis hermanos… se negaron a ayudarme a mí”, Mateo 25:45 (NT-BAD, NTV); Santiago 2:15-16; Deuteronomio 15:7. La falta de obediencia al mandamiento del amor es la causa obvia del fracaso de muchas de nuestras oraciones. “Compartan su comida con los hambrientos y den refugio a los que no tienen hogar; denles ropa a quienes la necesiten… Entonces cuando ustedes llamen, el SEÑOR les responderá…, Isaías 58:7-9 (NTV). Los creyentes que son egoístas con aquello que Dios les dio cuando hay necesidad a su alrededor, y la obra de Dios retrocede por falta de recursos y apoyo, no necesitan mirar muy lejos para ver que sus oraciones no prevalecen: “El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta, Proverbios 21:13 (NBLH).

Nota. ¡Cuando le damos al hermano necesitado le damos a Dios mismo y cuando le damos a Dios, Dios nos da a nosotros! “Dios los tratará a ustedes como ustedes traten a los demás”, Mateo 7:2 (PDT). “El que es generoso, prospera; el que da, también recibe… el que ayuda será ayudado”, Proverbios 11:25 (DHH, PDT). Debemos seguir el ejemplo del Señor: “De tal manera amó Dios al mundo… que dio”, Juan 3:16. Recordemos que Jesús dijo que el mandamiento más importante es amar a Dios y luego agregó: “… Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”, Mateo 22:39 (NTV). Pero luego fue más lejos todavía y dijo: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado, Juan 15:12 (LPD). Entonces, ¡debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, pero debemos amar a nuestros hermanos como Cristo nos amó y eso es mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos!