El mal uso de las ofrendas 5/5/2024 #1298

Episode 320,   May 05, 08:51 PM

Pastor José Luis Cinalli
5/5/2024
El mal uso de las ofrendas

“… ¿Qué es más importante? ¿El oro, o el templo que santifica al oro?... ¿Qué es más importante? ¿La ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?”, Mateo 23:17-19 (RVC).

Para los escribas y fariseos el santuario; es decir, la morada del Eterno, valía menos que el oro y el dinero de la gente. Ambiciosos por las ofrendas despreciaban al Señor del templo. Al igual que Lucifer, admiraban más el brillo de las piedras doradas incrustadas en el edificio que el rostro resplandeciente del mismísimo Dios, Ezequiel 28. Y para nosotros, ¿qué es más importante, el adorno del templo o quien vive en el templo? Mucho cuidado porque lo que consideremos de mayor importancia se volverá nuestro mayor objetivo. ¡Si el oro es más importante que la relación con Dios, nuestra alma se quedará sin cielo! Cuando se opta por el oro se desprecia el Santuario. Y muchos, como Nadab y Abihú o los hijos de Elí, pagaron caro su despreocupación por las cosas sagradas. La ofrenda es santificada en el altar y el oro en el templo porque “el menor es bendecido por el mayor”, Hebreos 7:7 (LBLA). La gran sabiduría consiste en sacrificar el oro y la ofrenda en el altar para protegernos de la corrupción que éstos generan por amarlos.

Ahora bien, cualquier cosa que presentemos al Altísimo, aunque sea de gran valor económico, no es nada si no es aprobado y santificado por Él. ¡En el altar del Todopoderoso solo son aprobadas las ofrendas que simbolizan la entrega completa de nuestra vida! Pero si subimos al altar, aunque la suma ofrecida sea grande, quedándonos con alguna cosa en nuestro interior, el altar no acepta la ofrenda. Respetemos el altar porque es ahí donde se aprueba o desaprueba la ofrenda que colocamos. El creyente es templo del Espíritu Santo (1ª Corintios 6:19); nuestro cuerpo es el lugar donde el Santo de los Santos habita. Y el altar simboliza el lugar de su trono, nuestro corazón. Si Dios está en control de nuestra vida el dinero que ofrendamos será santificado; es decir, apartado para propósitos santos y recibido por nuestro Señor. De lo contrario, la ‘ofrenda’ solo será dinero que podría ser útil para la iglesia pero no será una bendición para el que la da. “A los que… se deleiten en sus pecados… no les aceptaré sus ofrendas…”, Isaías 66:3 (NTV). “El Señor aborrece las ofrendas de los malvados…”, Proverbios 15:8 (BAD). Refiriéndose al rebelde pueblo de Israel Dios dijo: “… Ellos no son santos ni puros ante mí, de modo que todo lo que ellos… traen… al templo es impuro… todo lo que me ofrecen está contaminado y no me agrada, Hageo 2:14 (PDT, TLA). La ofrenda es apreciada por Dios cuando quien la ofrece lo hace con fe y un limpio corazón, Tiito 1:15. En ese caso, el altar recibe la ofrenda y bendice al que la da. Pero si el altar no recibe la ofrenda, tampoco bendice al que la presenta.

Insistimos en este punto. El dinero deja de ser simplemente un metal y se vuelve ofrenda cuando el que la entrega está bien con Dios; es decir queda apartado, santificado para los propósitos santos. David entendía perfectamente este principio espiritual: “Sabiendo yo, Dios mío, que tú pruebas el corazón y te deleitas en la rectitud, yo he ofrecido… mis ofrendas, 1º Crónicas 29:17 (NBLH, BDA2010). Muchas personas, fieles a las enseñanzas farisaicas, creen que el dinero entregado compensa su falta de obediencia, pero es al revés, el dador obediente hace que su ofrenda se vuelve una bendición para su vida. Para Dios la vida del que trae la ofrenda y la motivación con la que la entrega es más importante que su ofrenda. “… Si vas a dar una ofrenda a Dios y te acuerdas de que alguien tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y ve a hacer las paces con esa persona. Luego sí, regresa para dar tu ofrenda a Dios, Mateo 5:23-24 (PDT). ¿Lo ves? ¡Ordenemos nuestra vida si queremos que nuestra adoración, servicio y ofrenda sean bien recibidas por el Señor y cuente para nuestra bendición! Recuérdalo siempre: ¡el dinero se transforma en ofrenda cuando se lo coloca en el altar con las manos limpias! Tiene que haber respeto y reverencia hacia el altar porque el altar representa a Dios. Y ya que ofrendamos para estar bien con Dios (Deuteronomio 14:23) sería absurdo, pues, presentar una ofrenda antes de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de ÉL. Los profetas fueron muy claros en este punto: ¡sin santidad las ofrendas no son aceptadas! “Sus ofrendas… son inaceptables… no me agradan”, Jeremías 6:20 (DA). “… Por muchos holocaustos y ofrendas… que me traiga… no los aceptaré…”, Jeremías 14:12 (DHH, TLA). No solo las ofrendas sino cualquier acto de servicio deben acompañarse de una vida recta y santa para que Dios las reciba y represente una bendición. Cuando los israelitas utilizaron sus ritos para aparentar bondad, Dios rechazó su adoración y ofrendas: “Ustedes se acercan a mí trayendo toda clase de ofrendas, pero yo no quiere ni mirarlas. Mejor traten con justicia a los demás y sean justos como yo lo soy. ¡Que abunden sus buenas acciones…!”, Amós 5:22-24 (TLA); Miqueas 6:6-8. ¿Lo ves? ¡Una vida espiritualmente desordenada inutiliza la ofrenda y el servicio! “… No me traigan más ofrendas inútiles… mientras practican el pecadoCuando ustedes alzan sus manos hacia mí para orar, yo me niego a prestarles atención. Ya no escucharé su gran cantidad de oraciones porque ustedes tienen las manos manchadas de opresión y violencia. Límpiense y purifíquense, quiten sus maldades de mi vista, dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien… Si ustedes me obedecen, yo los perdonaré… entonces comerán de lo mejor de la tierra”, Isaías 1:10-20 (PDT, TLA); Malaquías 1:10.

Las ofrendas no sustituyen la obediencia. “Tú no pides sacrificios a cambio de tu perdón; tan sólo nos pides obediencia, Salmo 40:6 (TLA). Dios les ordenó a quienes regresaran del exilio que edificaran su templo y ellos edificaron sus casas. Pusieron sus intereses por encima de los de Dios, sacrificando ofrendas en un altar precario: “Construyeron el altar… y cada mañana y cada tarde ofrecían sobre él… ofrendas, Esdras 3:3 (DHH, NTV). Ofrendaron durante 16 años, pero en desobediencia. Creían que el servicio y las ofrendas compensarían la desobediencia. ¿Recuerdas lo que Samuel le preguntó a Saúl? “¿Qué es lo que más le agrada al SEÑOR: tus ofrendas… o que obedezcas…? ¡Escucha! La obediencia es mejor que el sacrificio…”, 1º Samuel 15:22 (NTV). El servicio que se ofrece en desobediencia no cuenta para Dios. ¡Un Dios santo solo debe ser servido por una persona santa! El profeta Hageo explicó muy bien este principio. Si el sacerdote llevaba comida consagrada y tocaba otros alimentos, éstos no quedaban santificados. Pero si el sacerdote estaba impuro, su impureza contaminaba todo lo que tocaba, Hageo 2. La santidad no es contagiosa, pero la impureza moral sí. Un hombre no puede transmitir su salud a un niño enfermo, pero un niño enfermo puede contagiar su enfermedad a un hombre sano. Una gota de suciedad contamina un vaso de agua pura; pero muchas gotas de agua clara no purifican la inmundicia de un vaso de agua sucia. ¡La suciedad contamina todo el vaso y lo hace inservible! Cuando Jesús preguntó qué era más importante: si el oro y las ofrendas o, el templo y el altar (Mateo 23:16-19), estaba diciendo que la vida del que presta el servicio es más importante que el servicio que ofrece.   

Conclusión. En el exacto momento en que el pueblo comenzó a obedecer a Dios preocupándose por el templo, Dios trajo la bendición: “… A partir de hoy voy a bendecirlos”, Hageo 2:19 (TLA). Así como la desobediencia activa maldiciones, la obediencia las desactiva. No vale de nada traer al hombre ungido para ‘desatar’ un campo o consagrar un negocio cuando su dueño está en pecado. No sirve orar pidiendo protección para un viaje cuando quien lo hace está viviendo una doble vida. No aprovecha orar que Dios nos prospere cuando nos quedamos con algo que le pertenece. Dios no escuchará las oraciones en favor de la familia cuando los padres abren boquetes en el muro protector a través del pecado. El principio bíblico es muy claro: ¡la bendición sólo está garantizada cuando obedecemos a Dios! Esa es la razón por la que la primera ofrenda que debemos darle a Dios es nuestra propia vida. Consagrarle a Dios nuestra vida es el más excelso de todos los sacrificios, una ofrenda que Dios no desprecia: “… Les ruego que entreguen toda su vida como sacrificio vivo a Dios… Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle…”, Romanos 12:1 (PDT). Los cristianos macedonios fueron alabados por hacerlo: “… Lo primero que hicieron fue dedicarse por entero al Señor...”, 2ª Corintios 8:5 (NT-BAD). Cuando el creyente se consagra enteramente su vida exalta un aroma agradable que sube a la presencia misma del Señor. ¿Estás dispuesto a darle a Dios tu propia vida como ofrenda? ¿Estás disponible para ser un instrumento en las manos poderosas del Señor? Tu consagración te coloca en posición de recibir; tu vida como ofrenda será una bendición para ti mismo y para la humanidad.