40 Principios escriturales para un ministerio saludable - Parte 3 - 25/05/2024 - #1300S

Episode 325,   May 27, 12:56 AM

40 Principios escriturales para un ministerio saludable - Parte 3
25/05/2024 – Ayuno congregacional

31. Perseverancia: la clave del liderazgo. Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora... entonces recibirán todo lo que él ha prometido, Hebreos 10:36 (NTV). Cuando Dios se demora en cumplir una promesa debemos aguardar con paciencia. Abraham esperó un tiempo y después tomó el asunto en sus manos y lo arruinó todo. Estamos seguros de que Dios escucha nuestras oraciones. No tardan en llegar al cielo, sino en volver de allá con una respuesta completa. A menudo viene un largo y duro invierno entre la siembra en oración y la cosecha en bendición. Algunos creyentes, al igual que Saúl le ponen una fecha límite a Dios. Viven consagrados por años, pero de repente toman un atajo y terminan en el desastre. El creyente impaciente trabaja independientemente de Dios. Toma el asunto en sus propias manos y termina haciendo algo que Dios no le mandó. Pablo dijo: Tengan paciencia... y sigan orando”, Romanos 12:12 (NTV). Probablemente la dirección del cielo esté a punto de llegar; no dejes que la impaciencia malogre los mejores planes de Dios para tu vida. La parte más difícil de la fe es la última media hora, poco antes de que aparezca la respuesta y Dios cumpla sus promesas. “Dios... actúa a favor de los que esperan en él, Isaías 64:4 (NTV). Tengamos la confianza plena de que Dios cumplirá sus promesas a la hora correcta y de la manera correcta.

32. La desobediencia te acorta la vida. La familia de José era muy pequeña cuando llegó a Egipto, pero con el tiempo se convirtió en una gran nación (Deuteronomio 10:22) y para impedir su crecimiento el Faraón mandó ejecutar a todos los niños hebreos recién nacidos, Éxodo 1:22. Sin embargo “cuanto más los oprimían, más se multiplicaban”, Éxodo 1:12. Ahora bien, el crecimiento exponencial del pueblo se detuvo cuando se trasladaron al desierto. Al salir de Egipto “todos los hombres de Israel... aptos para la guerra... sumaban 603.550, Números 1:46 (NTV). Cuarenta años después “las tropas registradas... sumaron 601.730, Números 26:51 (NTV). ¿Cómo se explica el decrecimiento? ¿Por qué razón cuando eran esclavos y vivían en condiciones infrahumanas crecían; en cambio, cuando recuperaron la libertad y vivieron al amparo de Dios disminuyeron? Existe una sola explicación: la disciplina del Señor. El pueblo era diezmado debido a los frecuentes castigos divinos. ¿Y por qué los castigaba el Señor? Por desobedientes. Cuando se quejaron “el Señor envió serpientes venenosas... y muchos fueron mordidos y murieron, Números 21:6 (NTV). Cuando murmuraron Dios “envió... fuego... y destruyó a algunos en las afueras del campamento”, Números 11:1 (NTV). ¿Y qué decir de los 250 líderes que apoyaron la rebelión de Coré? “Un fuego ardiente salió del SEÑOR y... consumió a los perversos, Números 16:35 y Salmo 106:18 (NTV). Nadab y Abiú pecaron y “como consecuencia, un fuego ardiente salió de la presencia del SEÑOR y los consumió por completo...”, Levítico 10:2 (NTV). Los diez espías que “habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová, Número 14:37. Los rebeldes Coré, Datán y Abiram fueron tragados por la tierra (Números 16) y los 14.700 seguidores fueron castigados con la muerte, Números 16:49. En el incidente del becerro de oro perecieron 3.000 personas, Éxodo 32:28. Cuando el pueblo de Israel se entregó a la inmoralidad se desató una plaga y murieron 24.000 personas, Números 25:9. Cuando se quejaron por falta de carne: Dios se enojó... y mató a muchos...”, Salmo 78:31 (PDT). En todos estos casos la muerte prematura fue el resultado del castigo divino. ¿Y qué decir de los 603.550 guerreros que se negaron a entrar en la tierra prometida? El SEÑOR los hirió hasta que todos quedaron eliminados de la comunidad”, Deuteronomio 2:15 (NTV). Todas estas personas murieron antes de tiempo y sin haber cumplido con el propósito de Dios porque fueron desobedientes. El Señor había sido muy claro: “... Yo soy quien les da salud... Si... obedecen al Señor... no les enviaré ninguna... plaga...”, Éxodo 15:26 (TLA y PDT). “Les daré la salud, les traeré medicina y haré que gocen de paz y seguridad”, Jeremías 33:6 (PDT). Pero si te niegas a obedecer... el SEÑOR te abrumará con plagas indescriptibles... te afligirá... con... enfermedades...”, Deuteronomio 28:58-60 (NTV). El pecado posee el poder de acortar la vida. Dios tenía pensado para Moisés un ministerio más largo y una vida más extensa. Pero el pecado lo arruinó todo. Moisés no murió de viejo o por un problema de salud, ¡murió por desobediente! Una enfermedad puede ser el resultado de vivir en este mundo caído, pero también la consecuencia de un problema espiritual. Si el origen de una enfermedad es espiritual, ningún médico podrá ayudarnos. Si Herodes no hubiera pecado, Dios no le hubiera enviado una enfermedad de muerte. El origen de su padecimiento era espiritual: “Herodes no dio honra a Dios. Por eso un ángel del Señor hizo que se enfermara y murió devorado por los gusanos, Hechos 12:23 (PDT). El rey Ocozías pereció por haber pecado contra Dios: “Esto dice el SEÑOR: nunca te levantarás de la cama donde estás; ten por seguro que morirás...”, 2º Reyes 1:4 (NTV). El rey Joram es otro ejemplo. La Biblia dice que era tan malo que mató a sus hermanos para asegurarse el trono; además indujo a la gente a apartarse de Dios, 2º Crónicas 21:11. Entonces “... Dios castigó a Joram con una enfermedad... que no tenía curación. Su sufrimiento duró dos largos años... Murió en medio de terribles dolores...”, 2ª Crónicas 21:18-19 (TLA). Entiéndase bien, no todas las enfermedades son el resultado de un pecado, pero sí es cierto que muchas personas no sanarán de sus dolencias y no vivirán en paz hasta el día en que ordenen sus vidas delante de Dios. A nadie le gusta sufrir, pero peor es sufrir por algo que podemos evitar. ¡Si obedecemos a Dios evitaremos muchos sufrimientos y además seremos prosperados y bendecidos!

33. El poder de las disciplinas espirituales. “... Nunca me valgo de planes ni métodos humanos para ganar mis batallas. Para destruir las fortalezas del mal, no empleo armas humanas, sino las invencibles armas del todopoderoso Dios...”, 2ª Corintios 10:3-4 (NT-BAD). ¿Cuáles son las indestructibles armas con las que Pablo ganaba todas sus batallas? La fe, la oración y el ayuno. Combinadas rompen cualquier atadura, destruyen cualquier fortaleza y derriban cualquier gigante. Jesús dijo que la fe mueve montañas (Mateo 17:20) pero por sí sola no alcanza para expulsar algunos demonios testarudos; en esos casos hay que ayunar: “Esta clase de demonios solo se la expulsa con la oración y el ayuno, Mateo 17:21 (NBJ). Los discípulos aprendieron esa lección el día en que fueron desairados por un demonio mientras trataban de liberar a un niño. Ya poseían autoridad espiritual y experiencia para sanar enfermos, lo que les faltaba era fe y ayuno. En ese tiempo los discípulos eran muy perezosos para el ayuno (Marcos 2:18-20), actitud muy diferente a Pablo quien ayunaba desde el día de su conversión, Hechos 9:9. ¡Por eso ganaba todas sus batallas! Cuando la fortaleza espiritual se vuelve indestructible hay que AYUNAR. El ayuno produce resultados extraordinarios.¿Necesitas tomar una decisión importante? ¿Te falta sabiduría? ¿El negocio está maldecido? ¿El ministerio está seco? ¿Tus hijos están en las drogas? ¿Tu economía se desmorona? ¡AYUNA! ¿Qué hizo Josafat para enfrentar al poderoso ejército sirio? Convocó a un ayuno nacional y Dios les dio la victoria, 2º Crónicas 20:3 y 17. ¿Qué hizo Ester cuando el rey decretó el exterminio de todos los judíos? Convocó a un ayuno nacional y Dios los libró de la muerte, Ester 4 y 9. ¿Qué hicieron los israelitas cuando los benjaminitas se pervirtieron? Convocaron a un día de ayuno y Dios les dio la victoria, Jueces 20:26-35. Todas estas eran batallas humanamente imposibles de ganar; sin embargo vencieron con ayuno. ¡Ayuno colectivo! Ayunar tiene poder, pero es mucho más efectivo cuando se lo hace de común acuerdo con otros creyentes, Joel 1:14. Imagínate lo que sucedería si los creyentes se pusieran de acuerdo para ayunar el mismo día. ¡Eso sería poder multiplicado al infinito!  

34. No menosprecies el llamado. “... Cristo... nos ha nombrado sacerdotes al servicio de Dios...”, Apocalipsis 1:6 (TLA). El sacerdote tenía dos responsabilidades principales: servir a Dios en intimidad y reconciliar a las personas con Dios, 2ª Corintios 5:18. Fuimos llamados a servir a Dios y a servir para Dios, Marcos 3:14. Sin embargo a muchos cristianos les parece poco haber sido llamados por Dios y se vuelven atrás, tal como lo hizo Demas, amando más al mundo que a Dios, 2ª Timoteo 4:10. Jesús fue muy claro cuando dijo: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo”, Mateo 24:13. “Si somos fieles hasta el fin, confiando en Dios... entonces tendremos parte en todo lo que le pertenece a Cristo”, Hebreos 3:14 (NTV). ¿Terminaremos bien la carrera de la fe? ¿Serviremos a Cristo hasta el último día de nuestra vida? ¿Y cuál es la clave para perseverar hasta el fin? Amar a Jesús más que al ministerio. No te enamores del ministerio sino del Dios que te lo dio. La causa que has abrazado no puede ser más importante que Dios. No debe interponerse en tu relación con Él. Ese fue el error más grande que cometimos. La agenda ministerial terminó ahogando nuestra relación con Dios. Y Dios tuvo que hablarnos con ‘mano fuerte’ para que volviéramos a restablecer las prioridades. La pasión por Cristo debe ser más grande que la pasión por el llamado; de lo contrario, el ministerio se convertirá en nuestro nuevo ídolo

35. Aspira a ser un líder conforme al corazón de Dios. “Dios... dijo: “He encontrado en David... a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”, Hechos 13:22 (NTV). ¿Qué hizo David para conquistar el corazón de Dios? No permitió que el pecado se alojara en su vida por mucho tiempo. “Ten misericordia de mí, oh Dios... pues reconozco mis rebeliones... Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos...”, Salmo 51:1-4 (NTV). Después de haber censado al puebloa David le comenzó a remorder la conciencia, y le dijo al SEÑOR: He pecado grandemente... te ruego que perdones mi culpa...”, 2º Samuel 24:10 (NTV). David era muy sensible espiritualmente; por ejemplo, al ser confrontado por su aventura amorosa “David reconoció ante Natán...: —He pecado contra el Señor...”, 2º Samuel 12:13 (PDT). Lo mismo sucedió cuando Abigail le advirtió del mal que iba a cometer si se vengaba de su esposo Nabal, 1º Samuel 25:32-33. David fue tan pecador como nosotros, pero la GRAN DIFERENCIA es que NUNCA encubrió o justificó sus pecados. Tenemos el peligroso hábito de esconder, negar, justificar o culpar a otros por nuestros pecados. David no era así. No los negaba ni los justificaba y, además, se apartaba de ellos para no volver a cometerlos. Es verdad que David pecó al tomar a una mujer casada, pero nunca más volvería a fracasar de la misma manera. ¿Te das cuenta? Los hombres y mujeres conformes al corazón de Dios estorban el pecado de sus propias vidas. Lo reconocen, se arrepienten, se apartan y se someten a la corrección y a la disciplina del Señor, sin atisbo de rebeldía. En segundo lugar David NUNCA permitió que la rebeldía se alojara en su corazón. David fue un hombre que siempre respetó a los ungidos de Jehová. Aun cuando su autoridad, el rey Saúl, era un hombre malvado y ‘tira lanzas’ nunca lo deshonró y siempre le fue leal. ¿Por qué? Porque David reconocía la autoridad de Dios en él: “Que el SEÑOR me libre de... atacar al ungido del SEÑOR... pues ¿quién quedará inocente después de atacar al ungido del SEÑOR?...”, 1º Samuel 24:6 y 26:9 (NTV). David aprendió otra lección importante del liderazgo: ¡Dios no delega autoridad en quien no ha aprendido a estar bajo autoridad! David nunca aprendió los métodos de su rey loco. Aunque tuvo la oportunidad de vengarse de él, no lo hizo. Nunca devolvió las lanzas que le arrojaban. Y no lo hizo porque temía a Dios. Un día le cortó la punta de su manto, pero rápidamente fue convencido de pecado: “A David le remordió la conciencia por lo que había hecho y les dijo a sus hombres: — ¡Que el Señor me libre de hacerle algo al rey!... No debo hacer nada contra él porque él es el elegido del Señor, 1º Samuel 24:5-6 (PDT). David se eximió con un diez en la materia de autoridad espiritual. Al igual que él deberíamos aprender que la rebelión nunca es un recurso atinado y en NINGUN CASO BENDECIDO POR DIOS. El espíritu de división es contrario al evangelio y sus promotores nunca lo aprendieron en la escuela de Cristo. 

Bosquejo completo en: www.iglesiadelaciudad.com.ar