¿Quién se queda con la ofrenda? - 2/6/2024

Episode 327,   Jun 02, 08:46 PM

Pastor José Luis Cinalli
 02/6/2024
¿Quién se queda con la ofrenda?

“… Les ruego que entreguen toda su vida… a Dios… Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle…”, Romanos 12:1 (PDT).

¡Antes que nuestro dinero Dios quiere nuestro corazón! Consagrarle a Dios nuestra vida es el más excelso de todos los sacrificios, una ofrenda que Dios no desprecia. Los creyentes macedonios fueron un claro ejemplo: “… Lo primero que hicieron fue dedicarse por entero al Señor...”, 2ª Corintios 8:5 (NT-BAD).

La ofrenda debe ser preparada y determinada por anticipado. “Creí necesario exhortar a los hermanos a que… prepararan de antemano su generosa ofrenda…, 2ª Corintios 9:5 (NBLH). La ofrenda es un acto de adoración; por lo tanto, la manera de prepararla revela la actitud de nuestro corazón. Sería un tanto irreverente llegar al templo, rascar el bolsillo y sacar descuidadamente unos cuántos ‘papelitos’ para dárselos al Señor. Lo más aconsejable es separar en casa la ofrenda en el momento en que recibimos los ingresos y luego consagrarla en oración, antes de ofrecérsela al Señor en el templo: “Cada uno de vosotros guarde algo en su casa, atesorando en proporción a cómo esté prosperando… y dedíquelo a esta ofrenda”, 1ª Corintios 16:2 (RVA, NT-BAD).

La ofrenda debe ser generosa. “Producto de la generosidad y no una muestra de tacañería”, 2ª Corintios 9:5 (BDA2010). “Dios bendice al que es generoso…”, Proverbios 22:9 (TLA). “No seas mezquino sino generoso, y así… Dios bendecirá todos tus trabajos y todo lo que emprendas”, Deuteronomio 15:10 (BAD). “El generosopor generosidades será exaltado, Isaías 32:8; 1ª Timoteo 6:18, Hebreos 13:16. Según la Biblia: ¡el que da generosamente prospera! Da con generosidad y serás más rico… El generoso prosperará…”, Proverbios 11:24-25 (NTV). Y recuerda que la mayor bendición de la siembra generosa es nuestra relación con Dios. El empresario cristiano R.G. LeTourneau ofrendaba el 90% de sus ganancias y vivía solo con el 10% restante. Un día alguien le preguntó: “Señor LeTourneau, ¿es cierto que usted da el noventa por ciento de sus entradas a Dios?”. Él contestó: “No, yo no le doy nada a Dios. Todo le pertenece a Él. Yo solo retengo el diez por ciento”. Este mecánico que no terminó séptimo grado fue grandemente prosperado porque fue socio de Dios en la difusión del evangelio. Entendía que todo pertenece a Dios y que nosotros simplemente administramos lo que es Suyo. Al ser cuestionado sobre los valores donados a la iglesia, él dijo: “La cuestión no es cuánto de mi dinero le doy a Dios, sino cuánto del dinero de Dios guardo para mí”. Recuerda este principio escritural: ¡no somos más pobres por dar y Dios nunca mata de hambre a sus propios limosneros!

La ofrenda es una bendición para el que la da. Pablo llama a la “ofrenda bendición (2ª Corintios 9:5, NBLH) porque es “obra de gracia” (2ª Corintios 8:6) y gracia es favor de Dios. En otras palabras, ¡la ofrenda es un regalo de Dios para nosotros! ¡Es una bendición bendecir a otros! “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada…”, Proverbios 11:24-25. La generosidad es recompensada en esta vida y en la venidera con la vida eterna, Mateo 19:29. “Distribuyó a manos llenas… comparten con libertad y dan generosamente a los pobres. Sus buenas acciones serán recordadas para siempre (NTV)su prosperidad permanece para siempre, 2ª Corintios 9:9 (Castillian). La motivación al dar no debe ser recibir. Cuidado con tentar a Dios para que nos haga ricos. Los predicadores deben tener mucho cuidado con pedir donativos a los creyentes prometiéndoles riquezas materiales en proporción a las ofrendas entregadas. La ofrenda no es ‘un negocio’ con Dios. No ofrendamos para que Dios nos bendiga sino por habernos bendecido. ¡Las ofrendas son una muestra de gratitud y devoción a Dios por su gran bondad y generosidad!

La ofrenda es una inversión. “El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente (con bendiciones), abundantemente (con bendiciones) también segará, 2ª Corintios 9:6 (NBLH). La cosecha siempre es proporcional a la siembra. Si somos mezquinos a la hora de sembrar no podemos esperar otra cosa que una cosecha mezquina. Observa una cosa. Dios promete una generosa recompensa al que es generoso en el ofrendar. Dios no solo nos devuelve lo que damos o lo que necesitamos sino que nos da sobreabundantemente para que podamos realizar nuevas obras. “Dios tiene el poder de darles más bendiciones de las que necesitan para que siempre tengan lo suficiente para ustedes y también para que puedan ayudar generosamente a toda buena causa”, 2º Corintios 9:8 (PDT). “Dios… les proporcionará… buenas cosechas para que cada vez puedan dar mayores ofrendas. Sí, Dios les dará en abundancia para que puedan dar en abundancia…”, 2ª Corintios 9:10-11 (NT-BAD). Dios recompensa la generosidad ofreciendo nuevas oportunidades para dar. El propósito de la bendición es ser de bendición. Bendecidos para bendecir. ¡Dios quiere que seamos canales de bendición, no reservas de bendición!

La ofrenda revela el corazón. La ofrenda que el altar santifica, aprueba y bendice es aquella que se da con alegría. “… Dios ama al que da con alegría, 2ª Corintios 9:7 (NBLH). La respuesta de una ofrenda alegre y generosa es una provisión sobrenatural: “Dios proveerá con generosidad todo lo que necesiten… siempre tendrán todo lo necesario…”, 2ª Corintios 9:8 (NTV). “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia... toda clase de bendiciones, 2ª Corintios 9:8 (RV60, DHH). La palabra “gracia” en este contexto se refiere al favor de Dios en bienes materiales. El servidor obediente siempre tendrá para ofrendar, Dios se encargará que tenga lo suficiente para satisfacer sus necesidades y también para sembrar en su obra.

La ofrenda es bendición. “Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia”, 2ª Corintios 9:10. Dios “da semilla al que siembra y pan al que come”. ¿Qué prefieres? ¿Pan o semillas? Piensa bien, porque el pan no rinde grandes cosechas, solo las semillas que se siembran pueden hacerlo. Si quieres pan ora el Padrenuestro y lo tendrás todos los días. Pero si prefieres semillas debes convertirte en un sembrador porque Dios da semillas solo al que siembra. La Biblia no dice: “Dios da semilla para que siembres” sino que “Dios da semilla al que siembra”, 2ª Corintios 9:10. Si le das un frasco de semillas a un mecánico, ¿qué crees que hará con ella? Las pondrá en un estante como un recuerdo sin importancia. Pero si se lo das a un agricultor con toda seguridad que las sembrará. Si quieres que Dios te dé semillas que luego te rindan una gran cosecha primero debes cultivar el hábito de sembrar, es decir, de ofrendar. ¡La ofrenda te da semillas, el Padrenuestro te da el pan! Si de verdad eres un “sembrador” Dios “proveerá y multiplicará… los recursos… y… producirá una gran cosecha…”, 2ª Corintios 9:10 (RV60, NTV). ¡Qué revelación! Solo el que siembra recibe semillas que le producirán una gran cosecha. En definitiva: ¿quieres pan? Ora el Padrenuestro. ¿Quieres una gran cosecha? ¡Conviértete en un sembrador!

Conclusión. La ofrenda es un acto de obediencia y, cuando obedecemos, Dios es glorificado: “Esa ayuda demostrará que ustedes… obedecenPor eso, ellos alabarán y honrarán a Dios, 2ª Corintios 9:13 (TLA). “Los que reciban la ayuda no solo se alegrarán por la generosa dádiva, sino que alabarán a Dios por… que obedecen el mensaje de Cristo… ellos honrarán a Dios por la generosa contribución de ustedes”, 2ª Corintios 9:13 (NT-BAD, DHHL). Ser generosos no solo nos bendice sino que contribuye a que las personas reconozcan a Dios como la fuente de sus bendiciones: “La generosidad de ustedes provocará que el pueblo de gracias a YAHWEH, 2ª Corintios 9:11 (Kadosh). ¡Qué tremenda bendición resulta cuando somos generosos! Nuestros donativos  contribuyen a que las personas se reconcilien con Dios. Más allá de todos los beneficios que obtenemos por ser generosos, saber que alegramos a Dios es la mayor recompensa de todas.