Una extraña deuda 30/6/2024 #1306

Episode 331,   Jun 30, 09:56 PM

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Pastor José Luis Cinalli
30/6/2024
Una extraña deuda
  
Estoy en deuda con todos… Así que… estoy listo… enteramente dispuesto (BLPH)… para predicar… las Buenas Noticias de Dios”, Romanos 1:14-15 (NVI, NT-BAD).

Muchos piensan que el mundo les debe algo. Pablo, en cambio, creía que él le debía al mundo. En realidad le debía a Dios, pero ‘pagaba’ su deuda sirviendo a los demás. Dios lo había librado del poder del pecado y de la condenación eterna; por lo tanto, en gratitud, predicaba el evangelio de Jesucristo. El apóstol trabajó incansablemente durante toda su vida para saldar la deuda de gratitud que tenía con Dios. “Yo… anuncio la buena noticia de Cristo… porque Dios así me lo ordenó… Y pobre de mí si no lo hago... ¡Qué terrible sería para mí si no predicara la Buena Noticia!, 1ª Corintios 9:16 (TLA, NTV). Pablo proclamó el mensaje de la gracia que ardía como un fuego arrollador en su interior como una forma de darle gracias a Dios: “… Su mensaje dentro de mí… arde… como fuego…”, Jeremías 20:9 (PDT, NTV). Pablo, Jeremías y tantos otros fueron compelidos a predicar el mensaje puro del Señor. Por esa razón el apóstol dijo: “… ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!”, 1ª Corintios 9:16.

Después de haber visto a Jesús, Pablo dijo: “Señor, ¿qué quieres que… haga?”, Hechos 9:6. Cuando supo que había sido “escogido para dar a conocer el nombre de Cristo… a las naciones” (Hechos 9:15, NVI) rápidamente expresó: Estoy listo… para predicar, Romanos 1:15 (NT-BAD). Es una rareza encontrar a un hombre tan dispuesto a ir de una vez donde Dios le diga que vaya. ¡Entendía la importancia de la misión! El evangelio que se le mandó predicar tiene el poder de salvar a las personas de la condenación eterna y demanda urgencia porque cada día miles de personas mueren sin haberlo escuchado. Pablo estaba en deuda con Jesús y por eso consumió su vida predicando las buenas noticias de salvación: “Cristo… nos envió alrededor del mundo a contar a las gentes de todas partes las grandes cosas que Dios ha hecho por ellos, para que crean y lo obedezcan”, Romanos 1:5 (NT-BAD). La nueva vida de Pablo incluyó el llamado a ser misionero. Dios también puede llamarnos a ser predicadores en el extranjero, pero Él llama a todos los creyentes a testificar y a ser ejemplos del cambio de vida en el lugar donde residen. Para testificar no necesitamos un llamado específico. No precisamos un llamado especial para ir al otro lado del mundo, podemos testificar al otro lado de la calle, a nuestros vecinos; al otro lado de la habitación, a nuestros familiares o al otro lado de la oficina o del aula, a nuestros compañeros de trabajo o de colegio. ¡Las almas perdidas están en todas partes; lo que importa es ganarlas para Cristo! Salomón dijo: “El que gana almas es sabio”, Proverbios 11:30. Cristo expresó: “Como el Padre me envió… así yo los envío a ustedes, Juan 20:21 (NTV). “… Los envío al mundo, Juan 17:18 (NTV). El Señor nos envió al mundo a testificar. Nunca dijo que la misión era solo para los líderes, pastores, evangelistas o misioneros. Cristo dijo: “Yo los envío”. ¡Nos envía a todos! ¡A todo cristiano! ¡A toda la iglesia!

Resumamos lo que acabamos de aprender:

a)     Dios nos encargó testificar “por todo el mundo… y a toda criatura”, Marcos 16:15 (NBLH).
b)     Anunciar el evangelio no es un derecho sino una obligación. “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos”, Marcos 16:15 (NTV). Compartir a Cristo no es optativo sino imperativo; no es una sugerencia, es un mandamiento. No hacerlo es pecado.
c)     Retener el evangelio nos convierte en ‘deudores’ de Cristo. Si escondemos la cura para este mundo enfermo nos ‘endeudamos’ con el Señor porque no estamos cumpliendo su misión.
d)     Ocultar el evangelio nos convierte en deudores de aquellos que tienen el derecho de recibir el evangelio. ¡Seamos leales con Jesús cumpliendo su voluntad, leales a la gran comisión y leales a los destinatarios de esa misión predicando diligentemente el evangelio de la gracia eterna!

Pablo dijo: “No me preocupa si tengo que morir. Lo que sí quiero es tener la satisfacción de haber anunciado la buena noticia del amor de Dios, como me lo ordenó el Señor Jesús, Hechos 20:24 (TLA). Pablo habla de morir aunque eso ocurriría muchos años después. Sin embargo, él consideraba que lo que hacía con su vida; es decir, predicar a Cristo, era algo por lo que valía la pena morir. Pablo predicaba un evangelio por el cual valía la pena vivir y morir.

Al igual que Pablo nosotros también estamos en deuda con Jesús. No es una deuda por el pecado, ésta fue pagada en la cruz. Es una deuda de gratitud. Y podemos saldarla predicando el evangelio. Somos deudores a esta generación. ¡Lo que debe hacerse por la salvación de un alma debe hacerse en esta generación! Al igual que aquellos encendidos y apasionados creyentes del primer siglo debemos estar dispuestos a testificar del Señor Jesús en cualquier lugar del mundo. No eludamos la responsabilidad. ¡Anunciemos el evangelio! Hemos sido perdonados, demostremos pues nuestra gratitud sirviendo a Cristo. La mujer pecadora se sentía tan agradecida por haber sido perdonada que se entregó a Jesús sin reserva, Lucas 7:47. ¡El perdón produce amor y el amor produce servicio! El problema del creyente que no sirve no es la falta de motivación o consagración, sino la falta de amor. Si realmente amáramos a Dios y estuviéramos conscientes de cuánto nos perdonó seríamos más agradecidos y lo serviríamos anunciando a todo el mundo lo grandioso, asombroso y maravilloso que es Él. No es lo que decimos sino lo que hacemos por Jesús lo que determina cuánto vale para nosotros.

El creyente tiene un ministerio en la iglesia y una misión en el mundo. Con nuestros dones servimos al cuerpo de Cristo; ese es nuestro ministerio: “Según el don que cada uno recibió de Dios, sirva con él a sus compañeros…”, 1ª Pedro 4:10 (Syespañol). Pero también fuimos llamados a representar a Dios delante del mundo; esa es nuestra misión: “… Saldrán a dar testimonio de mí…”, Hechos 1:8 (DHH); Juan 17:18; Lucas 24:45-47. Predicar a Cristo es un gran privilegio: “… Dios nos ha otorgado la privilegiada tarea de impulsar a la gente a reconciliarse con Dios…”, 2ª Corintios 5:18 (NT-BAD); Romanos 1:5. ¡Nuestro ministerio es servir a los creyentes y nuestra misión es servir a los no creyentes!

Nuestra misión en el mundo es llevar las Buenas Noticias a otros. Si realmente queremos agradar a Dios y tener su bendición debe importarnos lo que a Él le importa. Y, ¿qué es lo que más le importa a Dios? “… Que todos se salven y lleguen a conocer la verdad”, 1ª Timoteo 2:4 (NTV). Dios quiere que todos sean reconciliados con Él. Quiere que aquellos a quienes creó formen parte de su familia. Si contemplas la cruz de Cristo verás cuánto interés tiene Dios en los perdidos. Imagínate entrar al paraíso y que alguien venga a ti y te diga: “Gracias, estoy aquí gracias a ti. Te estaré eternamente agradecido por haberte preocupado en cumplir con tu misión”. Dios coloca específicamente personas en nuestro medio con el propósito de que le prediquemos de Cristo. Somos la única Biblia que ellos jamás conocerán o leerán. En los próximos 365 días morirán alrededor de 60 millones de personas y la mayoría pasarán a la eternidad sin Cristo. Este pensamiento resulta casi insoportable. ¿Habrá alguien en el cielo gracias a nosotros?

Los creyentes tenemos un trabajo que hacer para Dios y tenemos que terminarlo antes de morir. Observa lo que Dios dijo de David: “He encontrado… a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”, Hechos 13:22 (NTV). ¿Habrá hecho David todo lo que Dios quería que hiciera? La respuesta la encontramos en la Biblia: “En vida, David hizo lo que Dios quería. Después murió...”, Hechos 13:36 (PDT). Esta es la descripción suprema de una vida que valió la pena ser vivida. ¡Qué epitafio para una lápida! Otra versión dice así: “Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió...”, Hechos 13.36 (BAD). ¿No te gustaría que después de terminar la carrera de la fe la gente diga de ti: “sirvió a los propósitos de Dios en su propia generación”? Eso es lo que nos gustaría que la gente diga de nosotros. Que hemos servido a Dios en nuestra generación. ¿Estamos dispuestos y listos a pagar la deuda de gratitud que tenemos con Dios? ¿Habrá alguien en el cielo gracias a nuestra predicación y testimonio? Recuerda que no podemos servir a Dios en ninguna otra generación, solo en la nuestra.