Los principios de la fe - 27/07/25 - #1362

Episode 387,   Jul 27, 09:57 PM

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27/7/2025
Los principios de la fe

“Tengan fe en Dios”, Marcos 11:22 (NTV).

Jesús nos ordenó tener fe. La gente cree que la oración tiene el poder para cambiar las cosas; sin embargo, no es la oración la que tiene ese poder sino, ¡Dios! Ya que muchos creen que la oración en sí misma es la fuente de poder, cuando la prueban y no les funciona se decepcionan. El secreto de la oración eficaz, según Jesús es “tener fe Dios”. No es fe en la fe, ni fe en la oración sino, ¡‘fe en Dios’! La fe en Dios es la clave para la respuesta a nuestras oraciones. Ahora bien, la fe no es una gracia otorgada por el Señor a algunos pocos elegidos, tampoco se obtiene con simplemente desearla. Nadie tiene la facultad para producir fe. Dios, quien nos ordena creer también nos capacita para creer. ¿Y cómo lo hace? A través de los principios de la fe. Esto implica que debemos:


1.      Tener un corazón humilde. “Dios se opone a los orgullosos, pero muestra su favor a los humildes, Santiago 4:6 (NTV). “Yo vivo… con los de espíritu arrepentido y humilde”, Isaías 57:15 (NTV); Mateo 5:3; Salmo 138:6; Mateo 23:12, 18:4. “Mientras más humildes sirvamos a los demás, más grandes seremos…”, Mateo 23:11 (NT-BAD). La humillación es el estado del corazón capaz de atraer la bendición de Dios: “Dios… derrama extraordinariamente bendiciones sobre los humildes, 1ª Pedro 5:5 (NT-BAD). ¡Dios usa a hombres lo suficientemente débiles como para confiar en Él! ¿Recuerdas al publicano de la parábola de Jesús? “Cuando oró ni siquiera levantó la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho para mostrar que estaba arrepentido, y dijo: '¡Oh Dios, ten compasión de mí porque soy un pecador!'”, Lucas 18:13 (PDT). La única esperanza de este hombre era Dios. Nuestras buenas acciones no pueden justificarnos. Nuestros logros académicos, títulos universitarios o preparación teológica no nos dan ninguna ventaja delante de Dios. Nuestra encumbrada posición social o económica no nos hace merecedores de la gracia divina. Cuidado con creernos mejores de lo que en realidad somos o con halagarnos con la idea de que no somos tan malos y que hay algo en nosotros que nos hace ser dignos de las bendiciones de Dios. Por lo tanto, la actitud con la que nos dirigimos a Dios tiene mucho que ver con la forma en que somos admitidos. El publicano, rendido ante Dios, recibió mucho de su visita al templo porque fue humilde. En el reino de los cielos la manera de subir es hacia abajo. ¡Cuánto más humildes, más útiles para Dios! 
 
El peor enemigo de la fe es el orgullo. La incesante preocupación por nuestra propia reputación a los ojos de los hombres o la búsqueda de su aprobación más que la de Dios destruye el espíritu de fe en el corazón. “¿Cómo van a creer ustedes, si lo que les preocupa es recibir gloria unos de los otros y no se interesan por la verdadera gloria que viene del Dios único?”, Juan 5:44 (BDA2010). Los que buscan la gloria, aprobación y aplauso de los hombres no tienen la humildad para creer en Cristo y obedecerlo. Cuando un creyente o una iglesia tratan de impresionar a los del mundo para tener influencia sobre ellos por medio de logros humanos, organización eclesiástica o tamaño de congregación, dejan de ser iglesias y predicadores de Cristo. Un buen ejemplo bíblico es Saúl. Su interés no era agradar a aquel que representaba sino a la gente que lideraba: “Tuve miedo del pueblo y por eso hice lo que ellos me pidieron… Samuel respondió: — Ya que tú rechazaste el mandato del SEÑOR, él te ha rechazado como rey de Israel… Entonces Saúl volvió a implorar: —… al menos te ruego que me honres ante los ancianos de mi pueblo y ante Israel…”, 1º Samuel 15:24-30 (NTV). Lo único que le preocupaba a Saúl era que su imagen no fuera dañada delante del pueblo. Existen personas que “¡aman más el aplauso de los hombres que el aplauso de Dios!”, Juan 12:43 (NT-BAD). “No les importa la honra que proviene de… Dios”, Juan 5:44 (NTV). Jesús nunca hizo algo para agradar a la gente ni dejó de hacer algo por temor de la gente; Saúl sí. Buscó agradar al pueblo y perdió la confianza de Dios. Sigamos el ejemplo de Jesús quien dijo: “La aprobación o desaprobación de ustedes no me significa nada”, Juan 5:41 (NT-BAD). Pablo expresó: “No ando buscando que la gente apruebe lo que digo. Ni ando buscando quedar bien con nadie. Si así lo hiciera, ya no sería… un servidor de Cristo. ¡Para mí, lo importante es que Dios me apruebe!, Gálatas 1:10 (TLA). “Nuestro único propósito es agradar a Dios…”, 2ª Corintios 5:9 (PDT). No sirvamos esperando el reconocimiento o la admiración de la gente. No esperemos aplausos, agradecimiento público o un cargo por nuestro servicio. Sirvamos solo por amor a Dios. ¡Los que buscan el honor del mundo pierden el honor de Dios y, los que buscan el honor de Dios pierden el honor del mundo! ¡La aprobación del Señor es infinitamente más valiosa que el aplauso del mundo!
 

Es profundamente significativo el hecho de que las dos personas elogiadas por Cristo por su extraordinaria fe también hayan sido personas extraordinariamente humildes. Él centurión le dijo a Jesús: “Señor… no merezco que entre usted en mi casa. Basta con que ordene desde aquí que mi sirviente se sane y él quedará sano. Porque yo sé lo que es dar órdenes y lo que es obedecer. Si yo le ordeno a uno de mis soldados que vaya a algún sitio, ese soldado va. Si a otro le ordeno que venga, el viene; y si mando a mi sirviente que haga algo, lo hace”, Mateo 8:8-9 (TLA). Y Jesús le dijo: “… Nunca he visto en Israel a nadie con tanta fe”, Mateo 8:10 (PDT). Por otra parte, tenemos la mujer cananea quien se refirió a sí misma diciendo: “También los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le dijo: –Mujer, qué grande es tu fe...”, Mateo 15:27-28 (BDA2010). ¿Recuerdas el día en que los discípulos le pidieron a Jesús que aumentara la fe? Jesús le contó una parábola en la que un sirviente debía ser humilde y obediente y terminó diciendo: “Cuando un sirviente vuelve de… cuidar las ovejas, ¿acaso su patrón le dice: “Ven y come conmigo”? No, le dirá: “Prepara mi comida… y sírveme… Luego puedes comer tú”. ¿Y le agradece el amo al sirviente por hacer lo que se le dijo que hiciera? Por supuesto que no. De la misma manera… Cuando ustedes hayan hecho todo lo que Dios les ordena, no esperen que él les dé las gracias. Más bien, piensen: somos solo sirvientes; no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación, Lucas 17:7-10 (NTV, TLA). Un corazón humilde y obediente es el secreto para incrementar la fe.

2.      Creer las divinas promesas. Las promesas de Dios avivan la fe y, por la fe se obtienen las promesas. Debemos saturarnos de las Escrituras para conocer las promesas de Dios y creer que Él cumplirá todo lo que ha prometido. La fe se apoya en la fidelidad de que Dios cumple lo que promete. De Abraham se dice que “… cada día su fe se hacía más fuerte, y así él daba honra a Dios, Romanos 4:20 (PDT). El Señor le prometió a Abraham ser padre de naciones cuando todavía no tenía hijos (Génesis 17:4), él le creyó y Dios cumplió su Palabra. ¡La fe crece en una persona que tiene fija su mirada en Dios y en sus promesas!


3.      Ejercitarse en la fe. Dios desea que obtengamos “las promesas de Dios” (Hebreos 11:33), pero eso requiere una fe perfeccionada y purificada por la paciencia. La paciencia juega un papel esencial en la fe. Dios tiene el propósito no solo de que la oración cambie la realidad sino, que también nos cambie a nosotros para que por medio del ejercicio de la paciencia se fortalezca nuestro carácter cristiano. Abraham pidió un hijo y Dios se lo prometió, pero los años pasaban y el niño no aparecía. La paciencia en la fe del patriarca se perfeccionó hasta que recibió lo prometido. Cuando lo improbable se convirtió en imposible, la paciencia se perfeccionó hasta el punto de obtener lo prometido: “Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había prometido”, Hebreos 6:15 (NTV). Pero Abraham no fue el único, pues muchos obtuvieron promesas de la misma forma. Seamos entonces “imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”, Hebreos 6:12. ¿Ha sido o está siendo probada tu fe? ¿Has llegado al punto de querer desistir? No lo hagas. Espera. Soporta “porque fiel es el que prometió”, Hebreos 10:23. La misma prueba por la que estás pasando es la que perfecciona la voluntad de Dios en tu vida, preparándote para la bendición: “No desechen la firme confianza que tienen en el Señor. ¡Tengan presente la gran recompensa que les traerá! Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido”, Hebreos 10:35-36 (NTV).