Lo quiero y lo quiero YA 7-5-2023 #1247

Episode 268,   May 07, 2023, 08:21 PM

Pastor José Luis Cinalli
7/5/2023
Lo quiero y lo quiero YA


“… Sarai le dijo a Abram: “El SEÑOR no me ha permitido tener hijos. Ve y acuéstate con mi sierva; quizá yo pueda tener hijos por medio de ella”. Y Abram aceptó la propuesta…”, Génesis 16:2 (NTV).

Que contraste tan marcado entre el Abram lleno de fe del capítulo anterior y el Abram carente de paciencia en el presente capítulo. Una cosa es cierta: creer una promesa y esperar su cumplimiento son dos cosas muy diferentes. La ecuación bíblica para la bendición es la siguiente: ¡Dios hace una promesa, la fe la cree y la paciencia espera pacientemente su cumplimiento! Abram le creyó a Dios cuando le prometió un hijo pero no supo esperar y junto a su esposa concibieron un plan que dio lugar a un hijo “según la carne”, Gálatas 4:23. Qué peligroso resulta tomar las promesas de Dios en nuestras propias manos. La impaciencia de Abram resultó en el nacimiento de Ismael, un niño que causó celos y conflictos entre Sara y Agar; posteriormente entre los dos hijos y finalmente entre sus descendientes hasta el día de hoy. Por impaciente Saúl desobedeció y perdió el gobierno de Israel. Por impacientes 380 discípulos se perdieron la llenura del Espíritu que cayó en Pentecostés. Por impaciente Moisés postergó su ministerio 40 años. La impaciencia es fatal. La impaciencia es la hermana menor de la incredulidad, y ambas, enemigas de la fe. La Biblia dice: “… Tengan paciencia mientras esperan…”, Santiago 5:7 (NTV). “Quédate quieto en la presencia del SEÑOR, y espera con paciencia a que él actúe”, Salmo 37:7 (NTV). Espera con paciencia al SEÑOR… sí, espera al SEÑOR con paciencia, Salmo 27:14 (NTV). “Si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza, Romanos 8:25 (NTV). “Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora para seguir haciendo la voluntad de Dios. Entonces recibirán todo lo que él ha prometido”, Hebreos 10:36 (NTV). Aprendamos la lección: ¡la fe será recompensada si sabemos esperar pacientemente en Dios!

Ahora bien, qué diferente es el resultado cuando esperamos el tiempo del Señor. Pensemos en Pablo. Fue llamado a ser predicador a los gentiles el día de su conversión. Sin embargo, pasó más de una década antes de que emprendiera su primer viaje misionero. El apóstol supo esperar pero mientras lo hacía se entregó por completo a edificar la iglesia en Antioquía. Enseñaba y predicaba sujeto a las autoridades espirituales. ¿Existe alguna promesa que Dios te ha hecho? ¿Hay una palabra que Dios te ha dado? ¡Espera en Dios y espera a Dios! A menudo viene un largo y duro invierno entre la siembra en oración y la cosecha en bendición. La Biblia dice: Tengan paciencia… y sigan orando”, Romanos 12:12 (NTV). Probablemente la dirección de Dios esté a punto de llegar. No dejes que la impaciencia malogre los mejores planes de Dios para tu vida. La parte más difícil de la fe es la última media hora, poco antes de que aparezca la respuesta y Dios cumpla sus promesas. Es en esa última media hora donde muchos pierden su milagro. Es allí donde debemos perseverar con paciencia. “Dios… actúa a favor de los que esperan en él, Isaías 64:4 (NTV). Tengamos la confianza plena de que Dios cumplirá sus promesas a la hora correcta y de la manera correcta. Resiste la tentación de hacer algo por tu propia cuenta. No interfieras en los planes de Dios. Simplemente espera pacientemente. Y si no puedes cómprate un ‘mono’ como tienen los zapateros japoneses en el subsuelo de sus negocios. Un ‘mono’ es una especie de muñeco de plástico y arena. Son tan flexibles que los volteas y vuelven a pararse. Cuando un vendedor nipón está atendiendo y las clientas lo agotan probándose zapatos, desciende al depósito y agarra a trompadas al ‘mono’. Luego sube con los calzados todo sonriente. Si estás decidido a no estorbar la obra del Señor en tu vida deberás aprender a mantén tu vida bajo el control del Espíritu Santo. Confía en Dios, espera con paciencia y tendrás la recompensa. ¡Las bendiciones de Dios huelen a las personas pacientes!

Examinemos ahora el incrédulo razonamiento de Sarai: El Señor me ha hecho estéril… me impide ser madre, Génesis 16:2 (BAD, BPD). Sarai hace responsable a Dios de su infelicidad. Ella cree que algo le falta para ser feliz y que Dios no quiere que lo tenga. Abram cayó en la misma trampa. Sí, Abraham, el padre de la fe, tuvo su momento de debilidad e hizo responsable a Dios de su desdicha: “Tú no me has dado descendientes propios…”, Génesis 15:3 (NTV). Abraham y Sara fueron convencidos de que Dios se estaba quedando con su felicidad. Para ellos, la desgracia de no tener hijos era culpa de Dios. ¿Quién les hizo creer semejante mentira? El mismo que engañó a Adán y Eva; incluso más, utiliza el mismo modus operandi con nosotros. El diablo nos hace creer que nos falta algo o ‘alguien’ para ser feliz. Luego nos empuja a pensar que la culpa de nuestra infelicidad la tiene Dios. Y como Dios no quiere que tengamos esa cosa que nos hará feliz terminamos procurándola por nuestros propios medios. ¡Siempre por el camino de la desobediencia! Fue así que Sara le dijo a su esposo: “… Como Dios no me deja tener hijos, acuéstate con mi esclava y ten relaciones sexuales con ella… cuando ella tenga un hijo ese niño será mío… Abram estuvo de acuerdo. Entonces Sara tomó a su esclava y se la entregó a su esposo”, Génesis 16:1-3 (TLA). Abraham y Sara llegaron a la conclusión de que Dios no quería que fueran felices. Entonces procuraron por el camino de la desobediencia la única cosa que, según ellos, los haría felices. Y, ¿fueron felices? Claro que no. No existe felicidad fuera de la voluntad de Dios. No existe felicidad por el camino de la desobediencia. Abraham tuvo el hijo pero no fue feliz. Y, ¿por qué no? Porque la felicidad no se encuentra en una cosa o en una persona. Una relación o una nueva relación, un hijo, un trabajo, un título o un auto nuevo te dan felicidad pero no te hacen feliz. Ahora bien, ¿le faltaba algo a Abraham para ser feliz? Claro que no. Él ya era feliz porque era amigo de Dios, Isaías 41:8. Y entonces, ¿por qué se obsesionó tanto con tener un hijo al punto de procurarlo por la vía del pecado? Porque creyó la mentira del diablo y cayó en su trampa. Lo mismo hizo con Adán y Eva, y lo mismo hace con nosotros. Si realmente Abraham hubiera necesitado un hijo para ser feliz Dios se lo hubiera dado de inmediato. No había motivos para esperar 25 años. Por otra parte, Dios no le prometió un hijo para ser feliz sino para perpetuar la descendencia. Le prometió un heredero, alguien que podría continuar su linaje y para eso no había ningún apuro, podía suceder en cualquier momento.

Entonces, ¿qué necesitamos para ser felices? La respuesta es: ¡Dios! ¿Tienes una relación de amor creciente con Él? Entonces tienes todo para ser feliz. Ahora bien, si no tienes una relación con Dios nada de lo que este mundo te ofrezca te hará feliz. Eso no significa que esté mal desear una familia, un hijo o un mejor trabajo. Lo que significa es que no debes obsesionarte con eso al punto de procurarlo por la vía del pecado. Aprende esta gran lección: nadie puede hacerte feliz y nadie puede hacerte infeliz. Observa a Pablo. Era feliz independientemente de la situación en la que estuviera: “Conozco el secreto de estar feliz en todos los momentos y circunstancias… porque Cristo me da el poder para hacerlo", Filipenses 4:12-13 (PDT). Pablo era feliz porque cultivaba una relación personal con Dios. El profeta Isaías compartía este punto de vista: “¡Mi Dios me llena de alegría; su presencia me llena de gozo!”, Isaías 61:10 (TLA). Observemos a David. El hombre que supo conquistar el corazón de Dios era feliz y su felicidad provenía de su relación personal e íntima con Dios: “¡En tu presencia soy muy feliz! ¡A tu lado soy siempre dichoso!”, Salmo 16:11 (TLA). “¡Despertar y verme en tu presencia será mi mayor alegría!”, Salmo 17:15 (TLA). “Dios mío, el rey está muy alegre... Tu presencia lo llena de alegría, Salmo 21:1-6 (TLA). David era feliz en la presencia de Dios, pero un día perdió la presencia y, entonces, perdió también la alegría. David sabía que la única manera de volver a ser feliz era recuperando la presencia: No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo... y así volveré a ser feliz”, Salmo 51:11 (NTV) y 12 (TLA). ¿Cuándo perdió David la presencia de Dios? Cuando pecó, 2º Samuel 11. ¡David perdió la alegría cuándo perdió la presencia! Dios era su alegría. David era rey y lo tenía todo. Aun así nada lograba satisfacerlo, excepto Dios. El harén de mujeres era tan grande como lo deseara. Sus comodidades y riquezas no tenían límites. Sin embargo, solo la presencia de Dios le traía felicidad. Para David la mayor bendición era estar en la presencia de Dios y el peor castigo era estar lejos de su presencia: “Que huyan de su presencia los que le odian...”, Salmo 68:1 (BAD).

Conclusión. La sabiduría de los siglos nos enseña una gran verdad: ¡la felicidad que todo el mundo busca y que muchos prometen solo se encuentra en Dios! ¡Cuando nos hacemos amigos de Dios nos volvemos felices! El que te diga lo contrario ha creído la mentira del diablo, ¡ha caído en su jaula!